martes, 10 de abril de 2012

Estampado de lindezas




I seem to recognize your face.
Haunting, familiar, yet I can't seem to place it.
I swear I recognize your breath.
Memories like fingerprints are slowly raising.



Hearts and thoughts they fade,
 fade away...





Small Town,
Pearl Jam



&


Junto al nicho de Marilyn Monroe -en el cementerio Westwood Village Memorial Park de Los Ángeles-, yace la cabra de Paris Hilton. Ese es el dato que primero me arrancó la carcajada y después hizo que me sobreviniera un ligerísimo arrepentimiento; verdad verdadera. Porque a mí Mrs. Monroe me cae entre mal y peor de siempre, no lo niego, pero no sé si merecía la compañía de semejante vecina para los restos. La moraleja, en cualquier caso, es difícil de extraer: hay que ser rubia oxigenada para entenderlo. Dado que las cabras no me motivan en absoluto, ni siquiera como animal de compañía, prefiero centrarme en los grandes felinos. Aún sin saber cuánta ketamina en vena necesita un leoncito para dejarse acariciar el rabo sin amputar la mano que osa a ello, hago mis progresos.


Porque conocer a  Manana, una leopardo hembra de la reserva natural Londolozi (Sudáfrica), logró emocionarme. Desde su primera mirada, recién nacida, hasta su muerte. Apasionante vida la suya: sus primeros años como cachorro, su paso a la edad adulta -tremendo poderío- y su envejecer. Una reina que se dejó querer por JV (National Geographic) y permitió ser grabada: si es espectacular verla cazando impalas en sus mejores años, lo es más si cabe verla  apresando un pequeño lagarto -ya anciana- para sobrevivir. Sobreponiéndose a la merma física implacable; sin potencia, sin posible sigilo, sin velocidad. Sin dientes siquiera para despedazar la carne. Sin agudeza visual. Sobreponiéndose también a la humillación de no poder defender su territorio, abandonándolo sin fuerzas para pelearlo y al dolor de haber perdido a casi todos los cachorros de sus cuatro camadas. Sola. Pocos días antes de morir, Manana permitió que JV se sentara junto a ella, a un metro de distancia.  Se dejó acompañar por él, buscó la mejor posición para contactar con sus ojos y así se tumbó a dormitar. Sin miedo y entregada.


Dirán que estoy como una cabra, pero se me cayeron las lágrimas.


2 comentarios:

  1. Bonita historia.
    Los declives son más nobles que los éxitos (la mayoría de las veces).

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    1. Nunca me había parado a pensar en la ancianidad de un leopardo; me sorprendió. Supongo que a usted también.

      La nobleza, en cualquier circunstancia, es encomiable.

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