domingo, 24 de junio de 2012

De calas y calados




«- Bueno, vamos allá.

Temblando enderecé la bicicleta. Mi padre me ayudó a encaramarme en el sillín, pero no corrió tras de mí. Sencillamente me dio un empujón y voceó cuando me alejaba:

- Mira siempre hacia adelante; nunca mires a la rueda.

Yo salí pedaleando como si hubiera nacido con una bicicleta entre las piernas. En la esquina del jardín doblé con cierta inseguridad, y, al llegar al fondo, volví a girar para tomar el camino del centro, el del cenador, desde donde mi padre controlaba mis movimientos. Así se entabló entre nosotros un diálogo intermitente, interrumpido por el tiempo que tardaba en dar cada vuelta:

- ¿Qué tal marchas?

- Bien.

- ¡No mires a la rueda! ¡Los ojos siempre adelante!

Pero la llanta delantera me atraía como un imán y había de esforzarme para no mirarla…»




Miguel Delibes





&



No te preocupes por mí. Me salvaguardan las espaldas conejos vigías con gabardina, ratones nepalíes prendados de mis muñecas, ranas curtidas en mil charcas y osos alérgicos a la miel dispuestos a perder las garras por protegerme. Estaré a salvo.


También es cierto que te echaré de menos menos, para que multiplicando resulte más. Tú ya me entiendes. Nos espera el Mondúber al doblar la esquina de la Nacional 3 y Cabárceno cuando se nos escape del arca de Noé la díscola animalada. Unas fabes con almejas completando la operación biquini y una inmobiliaria de cuento para comprarnos un castillo en la orillita del mar.


Volverás a escribirme, con tu letra apretujada y tu tinta engrasada, en servilletas mágicas. Yo llenaré tus alforjas de sonrisas y miradas impermeables, que te animen en cada puerto y te protejan de la lluvia. Para que así, ligero de equipaje, me lleves contigo completando el círculo en cada pedalada y su cuadratura a tu regreso, sin premura.


Volveré a escribirte por no poder besarte, con mi letra y desnuda.






2 comentarios:

  1. Querida mía,

    Te escribo desde la puerta gallega del camino primitivo de Santiago, con cartones por piernas, la piel curtida por un sol que no me esperaba en estas latitudes y la ropa impregnada de la sal que hace apenas unas horas estaba en mí.

    Sobre la cama de una habitación en una pensión con nombre de mar próximo, desde cuya ventana puedo ver el típico entramado de pizarras sobre los tejados, he tenido la suerte de poder disfrutar de tus palabras, a falta de tus besos y de tu piel desnuda.

    Esperaba encontrarte aquí y me alegro de que así haya sido.

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  2. Querido mío,

    Lo escrito se llena de significado cuando quien lo lee también lo siente como propio.

    No hace falta decir más.
    Siempre mirando al norte: besos.

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