sábado, 3 de octubre de 2009

El encantador de serpientes.



Entre el rescate y el remate no queda espacio para la realidad. No hay quien se salga de la norma de la vulgaridad y pueda levantar un paisaje de preciosos momentos. Será que hay cicatrices de no comprender o que no llegó la hora de encontrar. Apunta el cañón directo a la sien derecha y tiembla la mano poco diestra en su arrebato. Elimina en un instante la esperanza. Y así, comienza de nuevo el viaje hasta el infinito y más allá...


En el bosque, acecha la duda entre víboras que cambian de agujero y lechuzas ojipláticas. El viento susurra "are you tired of me my darling? Answer only with your eyes". Y, aún más lejos, al final de la curva que dibujan los robles, se abre paso el espejismo de un templo mágico. Contaban que fue profanado hasta el hartazgo. Sólo eran habladurías. Porque para poder entrar en él habría primero que encontrar el camino correcto dentro del laberinto que lo protegía y no desfallecer en el intento. A continuación, desear con toda el alma querer avanzar por su senda, sin prisa y sin pausa. Y más tarde, detenido el aspirante ante su puerta, encontrar la combinación secreta que permitiera adentrarse. Cuenta además la leyenda que, una vez en el interior, habría que vencer la furia de serpientes venenosas, resolver sortilegios endemoniados y estar dispuesto a perder la vida para vislumbrar el sagrado tesoro. Corazón e inteligencia creciendo juntos al unísono, en altura y profundidad, en el correr de los días del buscador de noble causa. Nunca nadie logró siquiera acariciarlo. Quienes afirmen lo contrario, MIENTEN.

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