lunes, 5 de octubre de 2009

Perdiendo trenes bajo la lluvia


Pasa la vida; como un tren de cercanías lejanas; como un tren de mercancías de largo recorrido. A veces hay que cerrar los ojos y dejar que el pelo se agite con el viento, que no es si no el mismo aire de siempre removiendo los sentidos. Otras veces hay que taparse los oídos para que no se rompan los tímpanos con el pitido ensordecedor que avisa de algo: no efectuará parada. En cualquiera de los casos siempre llega un nuevo tren.
Sentada en el andén, en buena compañía, no puedo si no esperar la llegada del tren que al fin me lleve a mi destino. Cuando despierto entiendo que hace ya mucho tiempo que subí al tren. Disfruto entonces del paisaje y echo otro sueñecito. Sin miedo alguno a pasarme de estación.

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