martes, 21 de diciembre de 2010

Solsticios sin calendarios





Oh sí, claro que sí,
un pitillo ahora
para contemplarla borrosa.
Tanto humo entre la bruma...



Nena, no estás loca de atar. Quizás más de amordazar. Tú dirás que las ranas no hablan. Yo responderé que las palabras requiebran a la hipoxia con un boca a boca silencioso.


Elevo a la enémisma potencia mi sagacidad para percatarme y dar cuenta del misterio. Busco pistas entre las huellas dactilares dibujadas en teclados y en el reflejo de espejos bruñidos por el tiempo. En lo cinematográfico: cada vez que Bob Hope besaba a Hedy Lamarr en Mi espía favorita a ella se le hacía una carrera en las medias. En lo literario, una golosina para gourmets en forma de rapsodia : "quizá la encuentre él tibia, tímida, infantil; fuera de estos muros hay otras amantes, hay tigresas, gatas sensuales, panteras lúbricas con las que ruge de placer, en un desenfreno de gemidos, de gimnasia erótica, y cuando todo ello acaba, siente que ha reinventado el mundo, está henchido de orgullo, henchido de fe en su propia virilidad. Pero ella goza con un goce más profundo, un goce mudo: se entrega, se entrega del todo, recibe religiosamente. Y en el silencio de las iglesias alcanza todo su apogeo, casi a escondidas, porque sólo necesita eso: su presencia, sus besos."


Las ranas no hablan, dirás. Yo responderé, apostada en la orilla. Desde mi libertad trabada con la tuya, en un boca a boca de palabras silenciosas.


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