"El Servicio de Inteligencia de Ítaca deja micrófonos escondidos entre la válvula mitral y los surcos que circunvolucionan y revolucionan los ensueños... Los afectados se muestran expectantes e ilusionados".
Apenas ha amanecido. El equipaje ya está recogido, con cada miedo mal doblado en la bolsa de la ropa sucia. En el bolsillo del pantalón puesto queda hueco para un visado que, al ser besado, abre fronteras. Las de Ítaca incluidas. Seguimos de viaje allá donde acaban los mapas.
Poco dadas a holgazanear, las moscas desayunan bien despiertas. Les gusta el té, aunque no tanto como los terrones de azúcar. Cuando se posan en la cucharilla recién salida de la boca, prueban el aguardiente que aún dormita en la saliva. Recuerdo tibio del incendio de una noche. Misma latitud, mismo instinto meridiano. Recién abiertos los ojos a la luz del nuevo día. Una servilleta se presta al juego: santo y seña para el viaje a los confines. Lo utópico se disuelve en lo atípico de un sonreir que no cuesta trabajo.
Un descanso, aquí y ahora, para repostar y apostar de nuevo. Una parada técnica para sincronizar latidos. Al asiento de atrás las dudas. En el de delante no caben: está lleno de ganas de interceptarnos.
El Servicio de Guardacostas del país de los Feacios alerta del avistamiento de extrañas maniobras frente a su costa. Un barco destartalado, cuyo enjuto capitán responde al nombre de Ulises, ha virado en redondo, arriado verdes velas y zarpa ahora rumbo a las Jónicas, ya se deje la vida frente a la costa. Valiente héroe sería de no intentarlo.
ResponderEliminarSobredosis de esperanza en la ciudad de piedra. Día de dicha, noche de ensoñaciones.
Querido Rey Cuervo,
ResponderEliminarParto en breve en misión especial: pasaré la noche en vela oteando el horizonte y cuidando del mar.
Sobredosis de cafeína para mantenerme despierta cuando todo me incita a seguir soñando. Ulises rondándome el corazón...
La luz de esta sonrisa, radiante de esperanza, y mi brújula -a su entera disposición- le ayudaran a encontrar el camino.
Besos Madrid-Petra, con escala en Ítaca.
Querida Mrs. Botwin
ResponderEliminarUsted es una superviviente. Por eso huelga decirle que la brújula, curioso artilugio que no señala al gélido polo magnético sino al cálido y palpitante origen de todas nuestras (des)dichas, es imprescindible en todo kit salvavidas que se precie, junto con un cuaderno de bitácora y una generosa pila de libros. Sin ella, asume usted el riesgo de un posible no retorno, de ir a la deriva a merced de las corrientes del destino, el cuál dispone de grandes fauces, un estómago insaciable y una digestión lenta y dolorosa.
No dudo que ese Ulises suyo se sentirá profundamente halagado por su ofrecimiento. Intercedo ante San Elmo por su segura travesía hasta Ítaca y porque, una vez allí, puedan ustedes calibrar sus brújulas para que no señalen hacia distintos adentros, sino hacia afuera en una misma dirección, sea cual sea.
Incondicionalmente suyo,
Uskglass.
Querido Uskglass,
ResponderEliminarTambién yo intercedo ante San Elmo y, metida en harina, pido por su fuego.
Toda travesía, con sus calibraciones, sus elucubraciones y aquello que mi dislexia omite por discreción, es arriesgada.
El kit de supervivencia incluye, antes que nada, una vida al dictado del corazón. Ulises es un superviviente además de un valiente. Le sobran artes de marinero. Su piel huele a sal a la legua.
Sabe que le espero,
incondicionalmente.