El calendario apremia. Debería mandar una carta esta semana con registro de salida -que luego no me vengan con excusas- y copia al Lobo Feroz -el notario estepario que da fe-.
Reviso catálogos y, para encartarme, descarto a bote pronto:
- A Antón Zampón porque soy más de angulas. (Come y come sin parar... ¿cuántas hamburguesas podrá tragar?)
- A Roco Croco porque los perros y yo no estamos llamados a congeniar. (Si los huesos le quieres quitar, listo y rápido tendrás que estar)
- A Goco Lui porque para eso tengo el día a día en el hospital. (Saca los 'gocos' con mucho cuidado... porque su cerebro puede explotar)
Por mí, pediría el mítico Tragabolas -con un máster y 34 años de experiencia no hay quien me tosa- pero creo que debo arriesgar: tengo serias dudas entre Monos Locos y Pilla Ratón. Creo que, finalmente, me decantaré por atizarle al ratón escobazos en tandas de cuatro hasta dejarlo frito sobre el tapete. Y, si por una casualidad azarosa del destino terminamos cogiéndonos cariño -el ratón y yo, no se me pierdan- siempre podré invitarle a una deliciosa raclette.
Qué disyuntiva.
Qué hondo sopesar.