domingo, 27 de mayo de 2012

El enredo de la Pepsi y el cubito




Antes que secuestrar en pleno vuelo a la plantilla del F.C. Barcelona -cosa harto sencilla a la par que aburrida ahora que no está Guardiola- mi plan pasaba por acercarme a la Feria del Libro de Madrid 2012 y llevarme metido en el bolso a Eduardo Mendoza ayudada de un hipnótico silbido de despiste y una mirada confusa por distraída. Ya lo plancharía al llegar a casa.

Ensayé durante cinco semanas conmigo misma cómo entrar con desahogo en un receptáculo de 50 por 26 cm. Añadí a todas mis extremidades veinte centímetros de regalo (un 11,97% de mi longitud total) y me caractericé con un poblado bigote cano para no dejar flecos ni pelos sueltos asomando por la cremallera. Llegados a este punto, en teoría, el plan era perfecto. En la práctica faltaba saber si con la maniobra del repliegue no vendría de regalo una luxación de cadera o la disección de las arterias vertebrales del ilustre escritor. Compré en la farmacia un bote de mercromina, un poco de algodón y un rollo de esparadrapo para estar preparada para cualquier eventualidad nefasta. También adquirí un metrobús de tarifa actualizada (el transporte público se me antojó rápido y discreto aunque carísimo) y un facsimil de "Cien motivos de peso para no declarar a Hacienda el premio Planeta". Estaba lista para la acción: día D (sábaDo), hora H (ocHo). 


Cuando llegué al Retiro, la cosa se puso fea. Hordas de lectores de risa fácil y gesto apologético hacían larga cola en busca de la dedicatoria manuscrita del literato. Yo había olvidado que no se puede ir con sandalias a raptar a nadie y había descuidado el tema de la firma: llevaba mi ebook y un rotulador indeleble, pero pedirle que me hiciera un garabato en la pantalla me otorgaba un cariz de locura digno de manicomio. Tratando de solventar el escollo, compré una lata de Pepsicola y un cubito de caldo de pollo en un kiosko del parque. Aquí se agotó mi presupuesto y se lió la marimorena, porque lo mezclé todo in vitro siguiendo las voces que me hablaban desde el estanque (reconocí sin dificultad a Quesito, al Pollo Morgan, a Ángela Merkel y a mi idolatrado detective peluquero). La explosión, que logró elevarme por encima de la capa de contaminación y respirar aire puro, hizo que cayera de bruces en la caseta de Visor Poesía. Allí, casualidades de la vida,  firmaba un Fernández Mallo ajeno a todo lo acontecido.




3 comentarios:

  1. Corresponde a la postdata de lo escrito:

    Siento que se quedara sin regalo sorpresa, Mr. Pazzos. Hubiera pedido la firma del maestro en el nuevo libro para usted y en "Sin noticias de Gurb" para mí.
    No obstante, le ruego tenga en cuenta que casi muero en el intento. Para futuros insultos y ataques gratuitos.

    Ya sabe, querido: somos caldo del mismo pollo.

    ResponderEliminar
  2. Si necesitaba un cómplice para el secuestro, habérmelo dicho, yo la encubriría y si precisase de una colaboración más directa la habría esperado al otro lado de la verja del Retiro con mi sidecar en marcha. ¿Cómo no me avisó? Aunque yo estaba muy ocupado este fin de semana intentado amarrar e introducir en mi saco a Tamaríz y ya sabe vuecencia que es harto difícil atar a un mago porque entre los oficios de la farándula este lo pueblan gente escurridiza sobremanera y a poco que se empeñen frustran tu plan y se llevan tu cartera.

    Le agradezco y me emociona la intención de su regalo y le debo una disculpa por no haber dejado ni un duro en su cuenta corriente que coincide mágicamente con los números que juego cada semana a la primitiva, mas no por ello vamos a perder las formas cuando nos queda tan poco para acabar la ronda, y aunque hubiera disfrutado mucho también llámandola unicornia (azul por supuesto) me conformaré con declararla vitriólica vilipendiosa, , viperina vacilona vibérrima, vernácula voluputuosa, viciosilla, viciosona, vuvuzela vizezual, visigótica venérea, en resumen: una vorágine virtual, vileda mía.

    ResponderEliminar
  3. Me atoro de tantas cosas como tengo que decirle;

    - Del secuestro:
    De haberle pedido a su merced colaboración estratégica y pragmática en el asunto que nos concierne, hubiera puesto en peligro no a un habitante sino a un planeta entero. No me faltaron ganas ni miedos, pero me aventuré a hacerlo sola (intentarlo se admite como sinómino) por conciencia universal inquebrantable. No contaba con ese ejército de lectorcillos ávidos de paseo-por-el-parque-en-tarde-soleada dificultándome lo, de antemano, peliagudo. Con usted, qué duda cabe, todo hubiera resultado igualmente frustrante pero mucho más divertido.

    - De su plan:
    Dispongo de un violín sin cuerdas pero afinado. Se lo acerco o lo coge usted, como prefiera. Por si acaso le adelanto que en lo de echar el lazo al cuello ando sobrada (no lea sobrasada).

    - De lo retorcido de las letras cuando quieren:
    Supe desde el principio que me comería la W. Tenga el gusto de saborearla regurgitada de labios de esta walquiria: es usted willifogiano, westernunioneuropeo, waterpolo de limón, wonderbradicto, wikipedófilo y wolfinger. El puntito de Worcestershire sauce en mi ración de whiskas.

    ResponderEliminar

Invitados al baile