viernes, 4 de mayo de 2012

Pompas de dragón (VII)



Sobrinitos de uñas
[Diario de un dragón poco convencional]




Quiso la esquiva fortuna que para matar las horas en la consulta del podólogo cayera entre mis garras el diario de las tres letras y dos grapas. Había acudido por una uña encarnada que estaba dándome la lata y hacía presagiar para mí un futuro negro violáceo al pie del verano; o cambiaban mucho las cosas (a mejor) en mi primer dedito de la pata trasera izquierda o tendría que renunciar a estrenar las preciosas sandalias de cáñamo que me había comprado una noche de insomnio y calentura etílica por matar el rato.

De costumbre, puesto que siempre me dejaba las gafas de leer en la cueva, me entretenía hasta que me hacían pasar atrapando arañas y/o mosquitos de las esquinas de la sala de espera. Los engullía lanzando la lengua en espiral y, una vez en la boca, les dejaba menear las patitas (ocho o seis, según el bicho) para que me hicieran cosquillas. Mayúscula estupidez, pensarán algunos, y razón no les falta. Pero a mí me valía para calmar los nervios. La cosa es que ese día, tras la reciente visita de la inspectora de sanidad, se podía respirar asepsia en el ambiente. Contrariado y a falta de pan, me resigné a las tortas. Abrí el periódico.

Después de cuatro noticias sin importancia entre las cinco primeras páginas me sorprendí gritando: ¡Gárgolas y arbotantes, qué fuerte! Iba a tener sobrinos. Putativos, pero sobrinos. Asmara, la hermana de mi chica, se había venido de Praga hacía unos tres años (siempre fue una dragoncita locuela) y se había liado con un isleño que respondía al nombre de Gundur al que había conocido en Barcelona. Una ciudad tan cosmopolita y cool (perfecta si uno es ectotermo) era un lugar idóneo para dar rienda suelta a los instintos más animales.  Eso fue lo último que pensé antes del síncope. El esfuerzo de leer la información entre aquellas diminutas manchas -juro que no eran letras-, me dejó de recuerdo una brecha donde me nacen las escamas y una sensación de asfixia inenarrable. Cuando volví en mí, la secretaria ya había llamado a emergencias. Mientras el doctor de la UVI móvil me cosía sin anestesia, me hacía hinchar los carrillos, me obligaba a mover las manos untando tostadas invisibles y me instaba a repetir la secuencia "casa-perro-tomate-niño", la enfermera -mucho más pragmática- me sacaba del gaznate la bola de papel y sonreía acercándome el oxígeno. Qué fácil, dirán algunos. Pues sí y no: lo que viene siendo 'depende'.


Le pedí que leyera la noticia en voz alta: "La hembra del dragón de Komodo del Zoo de Barcelona pone 23 huevos, 16 viables." La cópula de los dos dragones el mes pasado se convirtió en un acontecimiento mediático, ya que fue filmado y las imágenes fueron ampliamente difundidas a través de los medios de comunicación y las redes sociales... Se me saltaron las lágrimas; no es fácil aceptar que todos vean copular a tu cuñada y aún menos que puedan comentar qué les parece. Pero pensé, qué carajo, lo importante es que voy a tener dieciséis sobrinos. Dieciséis huevitos sorpresa. Dieciséis sobrinos Kinder.


Me olvidé de las sandalias con ese otro palpitar.
Y caminé imaginando sus uñitas sobre mi panza...




8 comentarios:

  1. ¡Grande!

    La cópula siempre triunfa.
    En el caso del dragón de Komodo con mayor motivo. Porque las hembras son capaces de generar huevos viables en ausencia de machos, por partetogénesis (¿se dice así?).
    Hay más gusto que instinto.

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    1. En efecto, partenogénesis para los científicos e inmaculada concepción para las gentes de recta moral. Mola.

      Pero mola más con ayudita. Como el té, con su chorrito de leche caliente...

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  2. Si son de Barcelona, ¿El padre no será el Dragón Khan? Voy a comprarme el HOLA que para aclarar estas dudas es mejor que el ABC y las fotos son en colorines.

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    1. Quién es la madre está claro (felicidades mamás de cualquier género, subgénero y especie). El padre, como ya sabrá, puede ser cualquiera o no ser concretamente nadie. Un jaleo.

      Qué de dudas inquietantes... Me compro el Lecturas y comparamos.

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  3. Mi querido dragoncete,

    Sus uñitas sobre tu panza te harán las mejores cosquillas que hayas probado en la vida.

    Tengo ganas de volar, dime cuándo puedo amarrame a tu lomo.

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  4. ¿Ahorita mismo?
    Mi lomo está a tu entera disposición para que me claves las uñitas en cada pirueta rasante, princesa. O para que bailes claqué con los pies descalzos, que ya resuenan mis escamas.

    Hazme uno de esos bizcochos de gumibayas tuyos porfi... ñam ñam ñam, requeteñam.

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    1. Bizcocho recién hecho enfriándose en la repisa de la ventana. Aprovechemos la espera antes de la comilona para volar.

      Qué tiene usted que yo nunca me canso...

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    2. Un vuelo rapidito, que las repisas de las ventanas son traicioneras. Y si sigue caliente, que se termine de enfriar a buen recaudo; por ejemplo, déjeme pensar, en mi tripa. Ñam ñam.

      Qué tendrá el bizcocho y qué la cocinera que tampoco yo me canso...

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