Concepto: soy una seta.
Ubicación: un bosque cualquiera.
Temporada: otoño.
Crezco sin proponérmelo, en este hueco pequeño y sombrío que me brindó la tierra. La humedad relativa, tan alta como la luna, me es grata. Me encanta la lluvia, calma mi sed. Los árboles bailan su propia danza, invocándola: se desnudan sin pudor, mostrando su verticalidad imponente. En seductor gesto, dejan que las hojas se alejen para siempre, emprendiendo su particular viaje a ninguna parte. Un lento posarse de nuevo en el suelo hasta fundirse en él sin prisa. Sueño con que, en su azaroso descenso, alguna acaricie el ala de mi sombrero rozando levemente mi himenio.
Dicen los champiñones que soy solitaria, pero es mentira. Lo que pasa es que saben que no cambiaría mi bosque por cualquiera de sus oscuras cuevas, ni mi esponjoso manto por su hacinamiento en duros estantes. La melancolía que dispersan mis esporas es lo que les tiene confundidos. Ellos no saben formar corros de brujas ni dibujarse sobre la tierra en hileras serpenteantes. Tampoco tienen vulva ni escamas, envidia cochina. Por más cultivados que sean, les suena a disparate que hable de trompetas de muerto, lenguas de vaca, cabezas de fraile o bolas de nieve. Y no quiero imaginar qué piensan cuando empiezo abreviando en phalloides y termino completando: Amanita.
Vivo tranquila, quietecita. Lo propio de una seta.
Riéndome de mi apariencia venenosa. Sabiéndome comestible...
Saludos desde el bosque.