lunes, 29 de noviembre de 2010

Procacidades mimadas



Lo que me gusta de tu cuerpo...

Lo que me gusta de tu cuerpo es el sexo.
Lo que me gusta de tu sexo es la boca.
Lo que me gusta de tu boca es la lengua.
Lo que me gusta de tu lengua es la palabra.


Papeles inesperados, Julio Cortázar


&



Mi cuerpo, hechuras de bailarina; uno sesenta y siete metros, con transbordo largo en el ombligo. Cincuenta mil gramos atrincherados, reticentes a la suma, dispuestos a la batalla.

Mi sexo, paraje profanado en vías de restauración; un pasadizo secreto de paredes almohadilladas y suelos húmedos, que huele a misterio y se repliega en sí mismo. Laberinto del tropiezo y del acierto.

Mi boca, balanza de miel y hiel; puerta giratoria con entrada a la dulce gloria y salida a la amargura. Recámara humeante de balas de fogueo; paso obligado, similar al canadiense, para cada suspiro ahogado; desván de los silencios, enredadera del alma.

Mi lengua, mapa del instinto indómito; la que contenerse no puede si siente que quiere, la que lame en suave caricia si decide salir de su guarida. Impúdica, incoercible, infatigable.

Mi palabra, principio y fin del abismo.


Jugando con nieve y fuego, Mrs. Nancy Botwin

sábado, 27 de noviembre de 2010

Sin té la tertulia





Pensamientos deslavazados llaman a la puerta en esta noche de sábado. ¿Se puede? Cómo decirles que no, pónganse cómodos. Si que se está calentito aquí, comentan. A mí me lo van a decir, me digo sin palabras. Les ofrezco algo de beber, se recuestan en el sofá y empieza la charla.


El primero en hablar, el más sociable y dicharachero, es el pensamiento irónicamente divertido: cuenta la historia de un guardia civil destinado en Bilbao que se enamoró de una abertzale. Vaya papeleta. Discutimos acerca de los principios éticos que rigen en el amor, de las escasas vías de escape cuando se cae en sus redes. Entre risas y colores incipientes en las mejillas, destronando la palidez violácea que le pone cara a los 4ºC de este otoño, me arranco con un nuevo concepto: amortzale. Ni siquiera sé bien qué significa, pero suena tremendamente poético y encierra un poso de lucha a corazón abierto.


Más tarde, hilándose palabras y emociones, es el pensamiento agorero el que interviene. La mirada triste y descreída, ligeramente angustiada. Se justifica innecesariamente por venir a colación. Oigo palabras sueltas que no termino de comprender: escucho que cuenta algo de Corea del Norte. Después se detiene en "el paso de la oca", que nada tiene que ver con ir de puente a puente y sí con dejarse arrastrar por la corriente y esboza lo oscuro de "la marcha de las antorchas". Sobrecogedor; tanto como la clasificación de la población en ciudadanos ejemplares, oscilantes e incorregibles. Cuando al fin escucho la palabra gulag, empiezo a comprender que pertenecer a la brigada nº 1 de verduras no es ninguna bicoca. Cómo está el mundo, queridos...


Animados por saber que aún quedan reservas de vino, siguen comentando. Por mi parte, apuro la segunda copa y lío con solvencia dejando libre mi lengua para pegar hebra en lugar de goma arábiga. No tiene ninguna relación, pero llamó mi atención: el ánsar indio vuela a más de nueve mil metros, por encima del Everest -donde casi no hay oxígeno-, para migrar del Tibet a India. Enlazo sin ceder el paso en mi particular rotonda de neuronas y motoneuronas. El último hombre que puso su pecho desnudo en mi pecho, con un ímpetu colosal, declamaba mirándome a los ojos:

Si me quitas el oxígeno, moriré.
Si me quitas el ceodós, no podré respirar más.
Si detienes mi máquina de amar, pararás mi sangre.

Le doy a mi voz impostada un toque teatral, observo la ausencia de parpadeos y siento el silencio. No les dije, aclaro, que mi pecho no estaba desnudo, que lo que le estaba haciendo a ese hombre era literalmente un placaje y que de placentero no tuvo nada. Nada salvo escucharle y desear que ese hombre fuese otro hombre, que no estuviera realmente loco y que, de darse las premisas anteriores, también mi pecho estuviese descubierto como el suyo.

Puesto que empiezo a ver miradas ausentes, melancolía y bostezos disimulados a duras penas, informo de las normas de la casa. Duerman donde puedan e intenten no roncar. Desde y hasta el momento que estimen oportuno. Quédense con lo poético, les digo. El resto no lo podemos cambiar, hay que vivir con ello. Y sin ellos, ninguno, me voy a la cama. Me abrazo a la ausencia que duerme a mi lado y, juntos, reinventamos el poema: golpe a golpe, verso a verso, beso a beso.


Un guiño para quien sepa leer entre líneas. Sensual y descarado.


viernes, 26 de noviembre de 2010

Lavanda & Sacher




Este diálogo, por más que conversen tres personas, merece ser leído. Sé que es largo; recomiendo a quien empiece que siga hasta el final. Siempre me pareció una maravilla, espero lo disfruten.


Carlos y Fernando entran en la biblioteca y se fijan en un letrero sobre el mostrador: Tutti Tudela.

[Fernando]: (Tose)

[Tutti]: (Estaba de espaldas, buscando algo en una estantería. Se vuelve hacia Fernando) Acompáñenme, les voy a hacer unas fotocopias. (Los tres avanzan por un pasillo) Les voy a dar una tarjeta mía para que la entreguen a Suárez Vela. Tiene una plantación de lavanda inglesa, pero ya no la explota. Se compró una bodega en Mendoza; el vino es mejor negocio. Igual le va a tener que pelear el precio porque es muy agarrado... Yo lo conozco muy bien. Es mi ex marido.

[Carlos]: ¿Por qué le dicen Tutti?

[Tutti]: No. No me “dicen”, me llamo así... En Uruguay no tenemos nombres prohibidos como ustedes (dice con retintín).

[Carlos]: Yo tengo un amigo que le pusieron Peñarol.

[Tutti]: Yo soy Tutti porque a mi mamá le gustaba mucho la música clásica (dice, dirigiéndose a Fernando, aunque éste no ha cruzado aún palabra con ella). Lo que más le gustaba, le enloquecía, eran los ‘tutti’ de las orquestas, cuando tocan todos al mismo tiempo y a todo trapo (Fernando asiente). Nací sin avisar y mi mamá estaba sola, y se puso nerviosa cuando le preguntaron qué nombre me quería poner... y le salió “Tutti”. Y después mi padre la quería matar, pero ya estaba puesto. (Carlos y Fernando se ríen).

[Fernando]: Es muy simpático.

[Carlos]: ¡Le va muy bien!

[Tutti]: (Tutti vuelve al tema que les ha reunido) Aunque la esencia de lavanda sea muy buena, siempre conviene mezclarla con partes mínimas de otros aceites, porque eso es lo que le da potencia. Tengo un libro de química industrial donde está todo muy bien explicado. Se lo puedo prestar, pero con la condición de que me lo devuelva (hay un cierto coqueteo en la mirada de ella)... porque no es mío, es del instituto.

[Fernando]: Muchas gracias. Tomo nota de lo que me sirve y se lo traigo. Y si hay algo que no entiendo, le pregunto. Veo que usted sabe mucho de perfumes.

[Tutti]: Sí... casi tanto como usted de mujeres (dice, sonriendo).

(Fernando se queda perplejo ante el comentario de Tutti, y ella se explica)

[Tutti]: Con una sola mirada, muy discreta, me examinó de arriba a abajo, y creo que no le pareció nada mal lo que veía. ¿Me equivoco?

[Fernando]: (sonríe) O usted es muy sabia o mi mirada está perdiendo la discreción. Tal vez porque no esperaba encontrarme con alguien que despertara en mí un inequívoco sentimiento de lujuria.

[Tutti]: Usted también es una presa que una mujer sin prejuicios estaría muy dispuesta a conquistar...

[Carlos]: (en tono irónico) Si quieren sigo yo con las fotocopias y ustedes se van a tomar un café o algo...

[Tutti]: A mí me quedan unos cuantos prejuicios... Este momento no debe pasar de ser un intercambio muy agradable de elogios eróticos. Puro coqueteo entre dos personas con mucha experiencia.

[Fernando]: Experiencia no implica conocimiento... (negando con la cabeza) Yo no sé nada de mujeres.

[Tutti]: Y eso es una mentira elegante... Un caballero no habla de ciertas cosas.

[Fernando]: Las pocas mujeres que conocí en mi vida, las admiré, las observé, intenté descifrarlas... Nunca dejaron de ser un misterio. Nunca dejaron de sorprenderme. Pero lo único importante es disfrutar de su presencia. (Tutti se derrite) No me di cuenta enseguida, pero... un tiempito después aprendí a escucharlas, a valorar los silencios, las miradas; esos momentos en los que parece que no pasa nada y pasa un mundo... Aprendí a respetar su intuición, su inteligencia... y aprendí a amarlas.

[Tutti]: (muy impresionada por el discurso de Fernando) Le quiero advertir que el nivel de mis defensas está bajando peligrosamente... No se pueden decir esas cosas así, como si nada.

[Carlos]: Yo me voy... espero en el coche.

[Fernando]: (deteniendo con la mirada a Carlos, se dirige a Tutti) Llevo cuarenta años casado con la misma mujer, y le soy fiel.

[Tutti]: No soy chismosa. No es necesario que me mienta.

[Fernando]: No le estoy mintiendo. Nunca me obligué a serle fiel a mi mujer. No es una norma o ‘pacto’ a respetar. Con Lili, con mi mujer, siempre dijimos que, si alguien se cruza con alguno de los dos... mala suerte. Pero sin mentiras. Estamos juntos porque queremos, nadie nos obliga. Nos obliga a ser leales... Ninguna de las mujeres que conocí después de Lili le puede ganar... Las miro, las puedo admirar; me puede asombrar encontrarme a alguien como Tutti Tudela, porque yo estoy abierto a lo que sea, a lo que pueda pasar... Pero no hay caso. (sonríe, casi con resignación) Lili Gana. Lili ganará siempre.

[Tutti]: (visiblemente emocionada) Tengo la sensación de que, cuando habla de mujeres, está hablando de una sola mujer.

[Fernando]: (entre un pequeño ataque de tos) Sí... puede ser, sí.

[Carlos]: Debo advertirle, mi querida Tutti, que el discurso de mi amigo es una gran mentira, (Tutti mira, seria, a Fernando) magistralmente armada para seducir mujeres hermosas como usted.

[Tutti]: (dirigiéndose a Fernando) Me gustaría mucho conocer a su mujer. Quiero dejar de ser discreta por una sola vez y contarle todo lo que usted me dijo... ¿Ella lo sabe?

[Fernando]: (pensativo) No... Nunca se lo dije, pero Lili... Qué se yo... Nunca se le escapa nada.

[Tutti]: Dígaselo.

[Fernando]: No sé si puedo... Por ahí... se lo escribo...

[Tutti]: Eso también estaría bien. Pero hágalo pronto... Esa mujer no se merece que la hagan esperar tanto.


Lugares Comunes, dirigida por Adolfo Aristarain en 2002.


jueves, 25 de noviembre de 2010

Huyendo del frío




Éste es el único regalo que pediré en mi carta de este año. Un libro: Entre cartones de Raquel Bullón Acebes. La escribiré en un folio blanco, con pluma e ilusión. Tanta como la de la autora, mimando cada detalle y cuidando cada palabra. No llevo comisión, es sólo que me conmueve.


Tenía guardada una plantilla de esas que incluyen los folletos de juguetes en la contraportada, pero me quedé sin ella cuando en abril decidí dejarla cumplimentada en la mesa del despacho de mi Jefe de Servicio. Firmada, of course. Me pareció que ocho meses serían suficientes para que encontrara mi "regalo": manómetros, más de uno para todos. Pensé que quizá recurrir al humor surrealista podía lograr lo que no conseguí razonando, justificando e insistiendo hasta el hartazgo. Y funcionó. Me llevé la regañina de la Jefa de Enfermeras y, tras ella, el guiño pirata del jefazo omnipotente. Llegaron a buen puerto mis ansias y solté del amarre mis risas, no necesariamente en ese orden. Hay que arriesgar, no queda otra.


Querida Raquel: algún día tendré su libro entre mis manos y será mi ansiolítico de sábado noche. Gracias por el esfuerzo, por compartir quién es usted y por abrigar mi corazón ahora que llega el invierno.


Durmiendo entre cartones, Mrs. Nancy Botwin

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Látex por los suelos




Érase una vez una rata que entró en una peluquería...


Diecisiete centímetros de cuerpo seguidos de veinte de cola y una aventura a su medida, al amparo del destino.

Se jugaba un escobazo en la cabeza. Traumatismo craneoencefálico ratonil severo: al hoyo.

Tal vez fenecer ahogada en el lavabo a manos de una aprendiz de estilista con fobia a los roedores, empeñada en lavar sin miramientos todo su pelo en conjunto. Mejor por partes, por experiencia: especial atención a los delicados bigotes.

Si lograba pasar inadvertida para el común de los humanos, era probable que encontrase los ojos fijos del gato de la Sra. Begoodíes. Siempre el pelo sedoso y limpio, cuidado. Qué ganas de ponerle el cascabel aún a riesgo de llevarse un arañazo...

Pero le pudo un pecaminoso instinto diferente a la lujuria: debajo del carrito de las mechas, con sus platas, estaba su droga. Oscuro objeto de deseo. Se reconocía adicta a los rizos con sabor a queso.


Para Jarita, por su frescura y sus ganas de jarana. Aceptado el duelo.


domingo, 21 de noviembre de 2010

¿Sin relojes?





Sunday (Times),

08:25 Me visto. Vaqueros, botas rojas de agua, camiseta blanca, trenca azul marino. No me quito las medias de compresión. Cierro la taquilla, echo a lavar el uniforme, me despido.

08:30 Salgo a la calle: buenos días aire libre, qué frío. Calefacción y música altas, un cigarro. Antes de aparcar la noche y el coche paso por "Susi". Pan caliente y bollos recién hechos. Ascensor: vaya cara, le doy la espalda al espejo.

09:05 Casa. Al fin. Tiro la ropa en la mecedora, fuera medias. El pijama parece recién sacado del congelador. Un café descafeinado para entrar en calor y un cruasán frente al ordenador. Miro el blog, el "no blog", el correo y El País.

10:10 Cama. Dientes. Férula. Agua. Libro. Persiana hasta abajo. Luz de la mesilla. Despertador, 16:10 h.

15:55 ¿¿?? Domingo, saliente, casa. Mínima ubicación temporo-espacial. Así despierto habitualmente. Hambre. Comida de mamá (gracias). Sofá y TV: Harry Potter y no sé qué cuantitos. ¿Sueño otra vez? No, por favor, clemencia. Enumero en una lista lo que debería hacer si venzo la pereza. Domestic works, qué remedio.

17:00 Enciendo el ordenador. Sólo mirar una cosa.

17:30 Clic en suspender equipo. Qué ganas de tocar la guitarra.

18:20 Ya, no puedo retrasarlo más: lo de siempre y lo que todos. Limpiar suciedades de superficies diversas. Arreglar el desagüe del fregadero sin el título de fontanería. Doblar, guardar, tirar, ordenar. De fondo algo divertido: Los frenillos. Pop de los 80 que prohibirían en el 2010. Un poco de vidilla.

21:10 Relax. Aprobar al equipo después de "suspenderlo": contestar con gusto a los invitados al baile, retocar nuevas fotos (blanco y negro, sombras, realces, recortar, guardar, exportar), ver dos videos. Pasar por el no blog: tres minutos y apagar corriendo. Pases: 2.222, inquietante.


22:05 Escribir. Mezclar, liar, prender. Secuencia de por sí relajante. Pensar en acabar para darme una ducha. Agua templada en la piel. Desconectar. ¿Plan? Preparar la cena y dar cuenta de ella: pollo asado con limón, arroz, yogur y mandarina. Probar con la TV, a ver si hay algo interesante. Llamar por teléfono. Leer: último capítulo de La tía Mame, muy apetecible. Confiar en que no me den las cinco de la mañana despierta. Mañana debería madrugar (despertador a las 10:15 h). Sonreir, sabiendo que soñaré...



Diario de Botwin, Nancy.



sábado, 20 de noviembre de 2010

El velo del murciélago





Escribir un poema se parece a un orgasmo:
mancha la tinta tanto como el semen,
empreña también más en ocasiones.


Tardes hay, sin embargo,
en las que manoseo las palabras,
muerdo sus senos y sus piernas ágiles,
les levanto las faldas con mis dedos,
las miro desde abajo, les hago lo de siempre
y, pese a todo, ved: ¡no pasa nada!


Lo expresaba muy bien Cesar Vallejo:
"Lo digo y no me corro".
Pero él disimulaba.


A veces, Ángel González



&


Pasaban las once de la noche cuando se arrodilló ante mí para anotar la petición en su libreta: "quiero un orgasmo, tráigalo sin prisa". Y lo trajo, calentito; él era el camarero, yo sólo pedí un postre.

Seguirán los cielos empalmados si bailan cada noche los murciélagos rozando con sus alas las estrellas. Dispuestos a dejar caer su velo, ahuyentando con su danza la ceguera.


Resbalando mi tinta, Mrs. Nancy Botwin.

jueves, 18 de noviembre de 2010

De elipsis y sicalipsis



El día en que cambiaron las reglas del juego yo debía estar, como hoy, saliente de guardia; demasiado somnolienta y aturdida para aprenderlas. Me quedé en Sicilia, 1925, donde Las chicas de oro no necesitaban grandes escotes y tacones de vértigo para resultar atractivas. Es más, la mujer que hacía de ello su mejor arma entre aquellas cuatro damas, resultaba la más tonta y la menos deseable, al menos a mis ojos.


Sé que los tiempos han cambiado. Tanto, que una no puede definirse como sicalíptica y confiar en que alguien lea renunciando a la elipsis, sin confundir ni fragmentar. Tanto, lamentablemente, que hay que saber venderse y esperar al mejor postor.


¿Qué juego es éste?
¿Quién marca sus reglas?
Me siento zahorí buscando agua en el desierto; guerrera temerosa de quitarme el escudo y tener que parar las flechas directamente con mi pecho; sirena nadando al límite de sus fuerzas en un mar peligroso y abierto, atestado de tiburones y filibusteros.


Un hombre hecho y derecho, joder. Un marinero dispuesto a sacarme de esta isla o a perderse en ella conmigo. ¿Es pedir tanto? Supongo que sí; eso, como otras tantas cosas, ya no se estila. Cambiaron las reglas del juego, pero no va conmigo hacer trampas para ganar la partida.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mi vergüenza torera





"En el toro hay que tener vergüenza torera:
antes que perderla,
prefiero tomar otro camino".


L. Mazantini


[[Aquel que con razones más que justificadas para aliviarse, intenta por todos los medios hacer las cosas bien -incluso arriesgando su propia vida- tiene vergüenza torera. ]]



No sé si la tengo o no.
Sé que toreo poco.
Que si decido salir a la plaza me juego la vida.
Sé a qué huele la muerte.
No es metáfora.


Mrs. N. Botwin

martes, 16 de noviembre de 2010

Será un placer...





Apresúrese pequeña, están todos esperando.
No se vista. Por esta vez nadie se sorprenderá de que se presente desnuda. Sé que no puede verme, apenas distingue aún claros y sombras. Tampoco entenderá el sentido último de mis palabras hasta dentro de muchos años. ¿Nadie le habló de mí en este tiempo? No importa; ahora tenemos que ocuparnos de usted y de su recién estrenada existencia.


Me presentaré, querida.
Soy Mrs. Nancy Botwin, su hada madrina. Encantada de su llegada y aliviada porque su primer respirar haya resultado sencillo. Deje que la acune entre mis brazos y quédese dormida. En lo sucesivo, tendrá que cerrar los ojos para encontrarme. No está de más que vaya practicando. No llore, le aseguro que es mucho más sencillo de lo que parece.


La misión que me ha sido encomendada es peliaguda. Debo velar porque la realidad que le rodea desde este momento no consuma su imaginación. Es por eso, precisamente, por lo que me colaré en sus sueños de puntillas. Sólo en su duermevela y en su plácido descanso le contaré lo que aprendí. Existen otros mundos, maravillosos, a los que viajaremos juntas. Espacios invisibles y secretos que harán de nuestra mutua compañía una delicia. Usted, dulce niña, lo lleva cosido en su nombre. No intente revolverse, le aseguro que también cosido al alma.



Le adelanto que tomaremos té en la merienda; ya no hay quien confeccione sombreros de fieltro pero sí quien inhale el mercurio de los termómetros, buscando que se desate la locura. Lucharé por protegerla del desencanto y el aburrimiento: conversaremos acerca de todo lo paradójico y pasearemos entre gatos de sonrisa amable. Es probable que en algún momento tengamos que desaparecer sin previo aviso: así se las gasta la malvada Reina de corazones. No se preocupe, el conejo blanco nos mostrará, siempre, el camino de regreso.


Que no le cuenten otros cuentos, usted ya tiene el suyo.
Sea bienvenida, entre besos, al país de los sueños.

Para Alicia.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Más turbación, separadito




Me trago un "curso" que no hay por dónde coger, Reiki para personal sanitario. Acudo por agradar a una amiga, madrugón incluido, y salgo con los chakras implorándome piedad. Mejor cerrados -estado éste del que no tengo conciencia- que abiertos de par en par a merced del hatajo de incongruencias que salen por la boca del gurú. Encantado, dicho sea de paso, con que la cadena de televisión Cuatro dé cobertura al disparate para su posterior difusión.


La cosa empieza con una breve introducción de la tradición cultural de la técnica que justifica, per se, la idoneidad de su aplicación en cualesquiera circunstancias. Sin contraindicaciones ni posibles efectos perjudiciales. Con el objetivo, al alcance de la mano, de lograr un estado de completa armonía, de felicidad. Así de fácil. No exige concentración ni esfuerzo mental, eso son prejuicios de la mente racional: basta con que la energía fluya. ¿Qué energía? La del universo. ¿En qué hay que creer? En nada. ¿Quién lo puede aprender y practicar? Todos. Unos cuantos datos de estudios científicos y una selección de testimonios lo avalan. Dicho lo cual, sin peros, pasamos a la práctica. Cerramos los ojos para "conectar con el Universo" y estamos en disposición de canalizar. Las manos por aquí y por allá permiten que la energía se libere, regenerándonos y eliminando todos nuestros bloqueos. Después toca limpiar el aura, como si estuviésemos barriendo y, cómo no, dar las gracias.



¿Qué siento? ¿La nada absoluta? No, no sería sincera. Siento preocupación: mi hospital ha sido víctima de la pandemia mundial New Age. Estábamos preparados para la gripe A, no para ésto. Siento también pena: cómo puede ser que todo el mundo se trague el rollo sin cuestionarse nada. Y, por si fuera poco, tomo conciencia -una vez más- de lo que ya traía sabidito de casa: el silencio, el calor protector de otra piel en la propia y dejar de vivir corriendo, relajan. Más que el ruido ensordecedor, el frío de la autodefensa y la velocidad de la luz desintegrando nuestras almas antes que nuestros cuerpos. Eso, tremendo descubrimiento, estresa. No quiero dar el "Salto Cuántico"; con el nivel I voy sobrada.


Dejo como muestra un botón, no vayan a pensar que mi imaginación es tan poderosa. Página 30 del manual. Nadie sabe quién lo edita. Lo firma, por copyright, John Curtin.


Todo Amor

Una técnica de sanación emocional, que toma el formato de taller intensivo de fin de semana de auto descubrimiento.

Todo Amor trabaja en profundidad a nivel emocional, produciendo con frecuencia una "catarsis" que puede liberar traumas del pasado, dolor emocional, modificar conductas actuales, etc. Todo taller es supervisado por una psicóloga, un profesor de Todo Amor y varios ayudantes.


P.D. Tres matices; (a) me quedo con Freud y Einstein, (b) sé que no soy la única, (c) me descojono: que fluya la energía, que fluya...

¿La "o" con un canuto?




Existen cielos que yo jamás veré,
de blancas nubes con cuellos de cisne que parecen emerger
de la tierra como níveas flores.

Los he buscado de estación en estación,
llegué a Madrid, Nueva York y Estambul pero no llegué a una conclusión.
Ya se han confirmado mis temores.

Que duelen las horas en la oscuridad,
que fumo diez mil cigarrillos que sé que mi voz quebrarán,
que rezo y voy dibujando en ceniza una cruz,
que súbitamente caiga un rayo y se haga la luz.

Me pregunto dónde estarás,
me pregunto por qué no estás aquí.

Si me haces falta hoy que una guerra va a estallar,
dicen son tiempos de paz, pero sólo es lo que algunos llaman paz,
y sé que niña tienes miedo.

Sé que lo tienes, sé que yo lo tengo
y sé que las noches sin ti son un infierno.


Que nos parta un rayo, Rosenvinge & Vegas



&


Me pongo el uniforme y hago un esfuerzo por que otros encuentren en mis palabras, pronunciadas con prudencia, consuelo y esperanza. Cuidar de una persona que está en la cuerda floja es duro. Hacerlo sin descanso, más. Necesito librar: mañana es, a todos los efectos, sábado. El martes, domingo. Fin de semana improvisado por y para una servidora.


Me cambio de pijama y me descubro agotada e ilusionada a partes iguales. Mando seiscientos millones largos de besos encriptados y desenredo la maraña de mis temores.


Me quito todos los pijamas, me lavo los dientes y me voy a la cama. Se apagan las luces, se encienden los sueños.


La otra Suzanne L., Mrs. Nancy Botwin


jueves, 11 de noviembre de 2010

Otro día sin llover





Desperté pensando: si un personaje de ficción tipo El Zorro pagase mi rescate, ¿pasaría a ser yo La Zorra? La pregunta fue retórica y el plural mayestático. Es comprensible que, en esas circunstancias, prefiriera silenciar las alarmas. Mejor dormir otro ratito...

&

Volví por la tarde a disfrazarme de enfermera y me costó más de lo acostumbrado. Recurrí al humor para vencer la náusea de cuidar con esmero a quien me tildó, por escrito y sin respeto, de inhumana e insensible al dolor. Ojalá existiera la inyección que hace inmune el corazón: me convertiría en yonqui de esa vacuna y la mezclaría con mi adorado fentanilo. Antiálgicos y antinostálgicos en vena, please. Aún así aguanté el tipo, no crean. Sólo salieron de mi boca dos o tres "sutiles" comentarios irónicos: si me hubiera mordido la lengua me la habría amputado. El resto, muchos, los pensé pero en el fondo sentí lástima de ese hombre que no sabe dar las gracias y no conoce ni de lejos la humildad. Hasta aquí pueden leer, hasta aquí puedo escribir.


&


Me llevo a la cama The Possibilities de Mr. Micah P. Hinson y el calor del tequila corriendo por mis adentros. No puedo más con ese Zzzz ni con el pijama.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Lunática & acústica




"Ni con el mayor esfuerzo de la imaginación podía considerarse dulce y encantadora a la señora Burnside, aunque desde luego era anciana, y supongo que Dios, en su infinita sabiduría, pensó que era adecuado hacerla madre, aunque a menudo he rozado la blasfemia al preguntarme el porqué. Por su físico parecía una nevera de General Electric y era como un cruce entre Calígula y una cacatúa. La señora Burnside tenía unos ojillos como cuentas de cristal y una imperiosa nariz aguileña, la piel cetrina y mal aliento. Usaba una severa peluca negra y un almidonado vestido del mismo color y pasaba el día a oscuras en un salón, con las manos rechonchas -en las que se incrustaban sucios anillos de diamantes- entrelazadas sobre su rechoncho regazo. Era una mujer sombría y taciturna, pero cuando quería sabía conversar sobre varios asuntos: a) sus gloriosos antepasados, b) lo desagradecidos que se estaban volviendo los negros, c) los yanquis, d) lo indigno que era todo el mundo excepto la propia señora Burnside, y e) la lamentable condición de sus intestinos. Aunque por lo general se limitaba a expresar su desaprobación con los labios apretados y a lanzar miradas con sus pérfidos ojos negros, como si fuera un loro malvado".

La tía Mame, Patrick Dennis



&


Del libro del mayordomo japonés que leí una noche en voz alta con acento chino. Imaginando entonces risas, miradas y manos entrelazadas. Lanzando ahora -con denuedo- una plegaria insomne a un Dios que sólo sabe responderme encogiéndose de hombros mientras deja que suene Wrote a song for everyone.

El abrazo revelado: Mavis Staples y Jeff Tweedy tras cantar en acústico y a dúo. Más que emotivo ese 'wrote a song for truth... and I couldn't even talk to you'.

El abrazo escondido: el que no necesita tantas pistas.

Nuestras lunas y mis lunes. Mrs. Nancy Botwin

domingo, 7 de noviembre de 2010

Duelos & Simulacros




Cada vez que nos dan clases de amnesia
y nos conminan a borrar la ebriedad del sufrimiento,
me convenzo de que mi región no es la farándula de otros.


El olvido está tan lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda.


En el fondo el olvido es un gran simulacro:
nadie sabe ni puede, aunque quiera, olvidar.
Un gran simulacro repleto de fantasmas,
esos romeros que peregrinan por el olvido
como si fuese el Camino de Santiago.


El día o la noche en que el olvido estalle,
salte en pedazos o crepite,
los recuerdos atroces y de maravilla
quebrarán los barrotes de fuego:
arrastrarán por fin la verdad por el mundo
y esa verdad será que no hay olvido.



Ese gran simulacro, M. Benedetti




&



La vida, con su dolor, no es simulacro. Lucho estos días por olvidar un cuento. Una historia preciosa de un recio marinero que surcando los anchos mares quedó fascinado por el canto de una sirena. Narré por aquí sus mágicas aventuras, pero no llegué a escribir el final: de eso se encargaron otras manos. Ahora las mías se afanan en arrancar esa última página que deja el corazón en duelo. Porque un relato tan bello, rebosante de amor, no merece acabar con un asesinato a sangre fría.


Que nadie se tome la molestia de exculparme; yo misma me acuso.
¿Mi delito? Defender con mi vida la justicia poética.
¿Mi condena? Esta libertad sin beso que la trabe.
Que ningún juez declare mi inocencia.


La otra sirena varada*, Mrs. Nancy Botwin
(* cuando no tengo barca, remos ni guitarra)

jueves, 4 de noviembre de 2010

Estaciones y refugios




Lances de recibo con el miedo apretando más que la taleguilla. El primer adorno en esta verónica y cuarto de palabras ajenas que siento como propias. Abrochando el capote en la cadera, haciendo bailar al compás los machos y los alamares de mi pecho en este pase.


Hoy dejé venirse a la vida de lejos, citándola desde el burladero. Resoplando antes de salir al ruedo para clavar las zapatillas en la arena. Hasta la boca de riego, con el corazón encogido y la verdad por delante.



Existe una identidad entre el amor y el arte,
en ninguno de los dos cabe la voluntad.

Juan Belmonte



El pronóstico es reservado. El estado también.
Más que escueto el parte médico.

Desde la Enfermería, bajo los efectos de la dulce sedoanalgesia inhalada, sólo quiero pensar en todas las tardes de gloria que me trajeron hasta aquí.


Va por ustedes.

Refugios y estaciones





Ya no sé si merecerá la pena partir hacia otro lugar.
Ya no sé si con esta lluvia eterna no me habré acostumbrado a la humedad.
Yo que creí ser amable con la luna encontré su palidez allí en mi hogar.
(En mi propio hogar)
Ya no sé si esta vez todo está dentro de mí
y ya no puedo escapar.


Decidí que no hay nada que perder, sale un tren hoy antes del anochecer.
Probaré a ser otra persona; probaré a morir un poco y volveré.
Y me acercaré hasta aquí sólo para ver las arrugas arañadas en la piel.
Y poder comprobar todo lo que cambió
y todo lo que sigue igual y que así seguirá.
(Poder comprobar)
Todo lo que cambió y todo lo que sigue igual,
condenado a no cambiar.


Volveré a las noches sin dormir
(y las noches sin pensar)
y las noches sin soñar
(y las noches sin sentir)
Una vez más.


Seronda, Nacho Vegas


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Al volver a casa, sonó esta canción mientras conducía. Las nueve de la mañana, aún sin dormir. Encendí un cigarro, pensé en estos meses y sentí. No hay nada más difícil que olvidar aquello que uno no quiere dejar atrás. Las noches, la luna, el mar...

Sabes quién soy: sigo viva.
Sé quién eres: puedes con ésto y con más.

Un abrazo.

martes, 2 de noviembre de 2010

¿Folla perenne? Mar espumoso





Las consecuencias [de ser consecuente] son inevitables

...

La fé es un grave sufrimiento,
es como amar a un extraño en vano
que no se presenta por mucho que
uno llame desesperado.

¿Por qué siempre conviene alegrar a la gente?
También, de vez en cuando,
está bien asustar un poco.

Tuyo es, sólo, lo que no tiene dueño.
Olvidas poco a poco todos tus sueños
y recuerdas el amor....inalcanzable.


La juventud no te acompañará
los próximos mil años.
Fiel a las imágenes eternas
pero constante en la contemplación;
dispuesto, como siempre, a la acción,
al sacrificio y la recompensa.


Mr. Enrique Bunbury



[Mrs. Nancy Botwin]
Bailén 33 esquina Calle de la Morería.
Ahí dejo el dato, el gato y una vida.
Me quedan 5.



lunes, 1 de noviembre de 2010

De-tenerte (en mis brazos)




El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales le diferencia sea más el sentimiento que no la razón. Más veces he visto razonar a un gato que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado.


Del sentimiento trágico de la vida, Miguel de Unamuno



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Querida ansiedad;


Usted aparece por aquí sin previo aviso. Con su venida, se revuelve el aire en torbellino y se abren oquedades entre las paredes del estómago y los ventanales de la conciencia. Si no le cierro la puerta en las narices, debe saberlo, es sólo por cortesía. Y, la verdad, porque tampoco serviría de nada dejarla en el rellano: obstinada como es, treparía por el tejado y se colaría en mis aposentos a través de la chimenea. Me irrita sobremanera la insistencia con la que acostumbra a presentarse en esta casa. Pero no es eso lo peor. Sin duda, es aún más mortificante que, una vez dentro, se dedique a observarlo todo, fisgoneando, para comenzar a enumerar una tras otra y en voz alta mis carencias. Por no discutir, le sigo en su tournée -dos pasos a la zaga- y voy anotando en mi cuaderno. Aquí falta esto, allá lo otro, ¿no está aquello demasiado vacío? Sus chillidos aprietan mis letras, se enoja el trazo que deja de ser firme y pasa a ser colérico.


Completadas las tres primeras páginas, usted comienza a sonreir, satisfecha. Sus ojos se desvían al reloj y después al calendario, estallando en sonora carcajada. Malévola y perversa, capciosa. No me gusta su risa en mis oídos ni su mirada carroñera en mis pupilas, por más que amablemente le ofrezca un té toda vez finalizado el cómputo al detalle de mis lagunas y sus profundidades. ¿Con franqueza? Estoy deseando que se marche. Ya, le ruego.


Una vez se haya retirado, serviré mi propio té. Lo haré con mano aún temblorosa y tendrá a bien derramarse, poniéndolo todo perdido. Prenderé un fósforo de mi cajita; encenderé un cigarro; quemaré su dictado escrito de mi puño y letra. Necesito que se consuma mi congoja entre las llamas.


Arda usted, ansiedad.

Usted y todas las ansiedades, una tras otra.


Musitando palabras, amor. Mrs. Nancy Botwin