jueves, 18 de noviembre de 2010

De elipsis y sicalipsis



El día en que cambiaron las reglas del juego yo debía estar, como hoy, saliente de guardia; demasiado somnolienta y aturdida para aprenderlas. Me quedé en Sicilia, 1925, donde Las chicas de oro no necesitaban grandes escotes y tacones de vértigo para resultar atractivas. Es más, la mujer que hacía de ello su mejor arma entre aquellas cuatro damas, resultaba la más tonta y la menos deseable, al menos a mis ojos.


Sé que los tiempos han cambiado. Tanto, que una no puede definirse como sicalíptica y confiar en que alguien lea renunciando a la elipsis, sin confundir ni fragmentar. Tanto, lamentablemente, que hay que saber venderse y esperar al mejor postor.


¿Qué juego es éste?
¿Quién marca sus reglas?
Me siento zahorí buscando agua en el desierto; guerrera temerosa de quitarme el escudo y tener que parar las flechas directamente con mi pecho; sirena nadando al límite de sus fuerzas en un mar peligroso y abierto, atestado de tiburones y filibusteros.


Un hombre hecho y derecho, joder. Un marinero dispuesto a sacarme de esta isla o a perderse en ella conmigo. ¿Es pedir tanto? Supongo que sí; eso, como otras tantas cosas, ya no se estila. Cambiaron las reglas del juego, pero no va conmigo hacer trampas para ganar la partida.

6 comentarios:

  1. Quisiera pensar que aún no es tarde para fletar un bote, remar hasta la orilla y no encontrar la isla desierta.

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  2. Nancy, te sobran hechuras para exigir lo que deseas, pero asume que las cosas importantes de este mundo se protegen a sí mismas; no se pueden violar porque están ocultas bajo el velo de lo trivial, a salvo de los cerdos que se comerían las perlas. Ese marinero deberá tener los ojos abiertos o, inevitablemente (y gracis a Dios), pasará de largo. Suerte, guerrera.

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  3. El transcurrir del tiempo me ha demostrado que la realidad es mucho más compleja de lo que aparenta ser, que ya es mucho. Tratamos de filtrar los acontecimientos a través de un tamiz construido a partir de pre-juicios, tratamos de esquematizar, sintetizar, aplicamos el método inductivo constantemente y cuando dirigimos nuestra mirada hacia el exterior intentamos amoldar la realidad a nuestra mirada y no al revés. Como seres humanos no podemos evitar esta tendencia a la “compartimentación” de la realidad, a la “discretización”, cuando si lo real pudiera expresarse en forma de función matemática sería una función continua y no discreta. Probablemente esta forma de proceder se haya fijado en nuestro código genético porque en un tiempo y espacio lejanos nos confirió algún tipo de ventaja evolutiva. Esta tendencia que es a la vez una condena y una bendición nos suele llevar a establecer dicotomías que obvian la complejidad del entorno que nos rodea y de las interacciones que establecemos con nuestros semejantes.
    Intentar refutar una hipótesis me parece más honesto que intentar confirmarla aunque requiera más esfuerzo. Y a la larga es más enriquecedor independientemente del resultado final.
    G.L.

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  4. A la atención de Rey Cuervo,

    También yo quisiera pensarlo. La isla no está desierta, eso es seguro.

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    Querido aspirante-liante;

    ¿Hechuras? Bonita palabra.
    Si ha de ser así, que sea. ´
    Gracias guerrero.

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    Mr. Grokus,

    Bailar, bailar, bailar...
    Un descanso para la mente, siempre dispuesta a pensar. Infatigable, excepto cuando le puede el corazón.

    Pásese por casa esta noche. Le invito a cenar. Cuanto menos hablemos, mejor ¿no cree?

    El brindis, con tequila y en silencio, de nuevo hasta su playa. Tan lejana. Tan cercana.

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  5. A la deriva.
    Vapuleado por las olas.
    Sin horizonte.
    Hace tiempo que no pongo pie en tierra.
    Tengo una botella de tequila
    y sal en los labios.
    ¿Se viene?

    Kurtz

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  6. Kurtz, querido,

    Por supuesto.
    No se hable más.

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