viernes, 26 de noviembre de 2010

Lavanda & Sacher




Este diálogo, por más que conversen tres personas, merece ser leído. Sé que es largo; recomiendo a quien empiece que siga hasta el final. Siempre me pareció una maravilla, espero lo disfruten.


Carlos y Fernando entran en la biblioteca y se fijan en un letrero sobre el mostrador: Tutti Tudela.

[Fernando]: (Tose)

[Tutti]: (Estaba de espaldas, buscando algo en una estantería. Se vuelve hacia Fernando) Acompáñenme, les voy a hacer unas fotocopias. (Los tres avanzan por un pasillo) Les voy a dar una tarjeta mía para que la entreguen a Suárez Vela. Tiene una plantación de lavanda inglesa, pero ya no la explota. Se compró una bodega en Mendoza; el vino es mejor negocio. Igual le va a tener que pelear el precio porque es muy agarrado... Yo lo conozco muy bien. Es mi ex marido.

[Carlos]: ¿Por qué le dicen Tutti?

[Tutti]: No. No me “dicen”, me llamo así... En Uruguay no tenemos nombres prohibidos como ustedes (dice con retintín).

[Carlos]: Yo tengo un amigo que le pusieron Peñarol.

[Tutti]: Yo soy Tutti porque a mi mamá le gustaba mucho la música clásica (dice, dirigiéndose a Fernando, aunque éste no ha cruzado aún palabra con ella). Lo que más le gustaba, le enloquecía, eran los ‘tutti’ de las orquestas, cuando tocan todos al mismo tiempo y a todo trapo (Fernando asiente). Nací sin avisar y mi mamá estaba sola, y se puso nerviosa cuando le preguntaron qué nombre me quería poner... y le salió “Tutti”. Y después mi padre la quería matar, pero ya estaba puesto. (Carlos y Fernando se ríen).

[Fernando]: Es muy simpático.

[Carlos]: ¡Le va muy bien!

[Tutti]: (Tutti vuelve al tema que les ha reunido) Aunque la esencia de lavanda sea muy buena, siempre conviene mezclarla con partes mínimas de otros aceites, porque eso es lo que le da potencia. Tengo un libro de química industrial donde está todo muy bien explicado. Se lo puedo prestar, pero con la condición de que me lo devuelva (hay un cierto coqueteo en la mirada de ella)... porque no es mío, es del instituto.

[Fernando]: Muchas gracias. Tomo nota de lo que me sirve y se lo traigo. Y si hay algo que no entiendo, le pregunto. Veo que usted sabe mucho de perfumes.

[Tutti]: Sí... casi tanto como usted de mujeres (dice, sonriendo).

(Fernando se queda perplejo ante el comentario de Tutti, y ella se explica)

[Tutti]: Con una sola mirada, muy discreta, me examinó de arriba a abajo, y creo que no le pareció nada mal lo que veía. ¿Me equivoco?

[Fernando]: (sonríe) O usted es muy sabia o mi mirada está perdiendo la discreción. Tal vez porque no esperaba encontrarme con alguien que despertara en mí un inequívoco sentimiento de lujuria.

[Tutti]: Usted también es una presa que una mujer sin prejuicios estaría muy dispuesta a conquistar...

[Carlos]: (en tono irónico) Si quieren sigo yo con las fotocopias y ustedes se van a tomar un café o algo...

[Tutti]: A mí me quedan unos cuantos prejuicios... Este momento no debe pasar de ser un intercambio muy agradable de elogios eróticos. Puro coqueteo entre dos personas con mucha experiencia.

[Fernando]: Experiencia no implica conocimiento... (negando con la cabeza) Yo no sé nada de mujeres.

[Tutti]: Y eso es una mentira elegante... Un caballero no habla de ciertas cosas.

[Fernando]: Las pocas mujeres que conocí en mi vida, las admiré, las observé, intenté descifrarlas... Nunca dejaron de ser un misterio. Nunca dejaron de sorprenderme. Pero lo único importante es disfrutar de su presencia. (Tutti se derrite) No me di cuenta enseguida, pero... un tiempito después aprendí a escucharlas, a valorar los silencios, las miradas; esos momentos en los que parece que no pasa nada y pasa un mundo... Aprendí a respetar su intuición, su inteligencia... y aprendí a amarlas.

[Tutti]: (muy impresionada por el discurso de Fernando) Le quiero advertir que el nivel de mis defensas está bajando peligrosamente... No se pueden decir esas cosas así, como si nada.

[Carlos]: Yo me voy... espero en el coche.

[Fernando]: (deteniendo con la mirada a Carlos, se dirige a Tutti) Llevo cuarenta años casado con la misma mujer, y le soy fiel.

[Tutti]: No soy chismosa. No es necesario que me mienta.

[Fernando]: No le estoy mintiendo. Nunca me obligué a serle fiel a mi mujer. No es una norma o ‘pacto’ a respetar. Con Lili, con mi mujer, siempre dijimos que, si alguien se cruza con alguno de los dos... mala suerte. Pero sin mentiras. Estamos juntos porque queremos, nadie nos obliga. Nos obliga a ser leales... Ninguna de las mujeres que conocí después de Lili le puede ganar... Las miro, las puedo admirar; me puede asombrar encontrarme a alguien como Tutti Tudela, porque yo estoy abierto a lo que sea, a lo que pueda pasar... Pero no hay caso. (sonríe, casi con resignación) Lili Gana. Lili ganará siempre.

[Tutti]: (visiblemente emocionada) Tengo la sensación de que, cuando habla de mujeres, está hablando de una sola mujer.

[Fernando]: (entre un pequeño ataque de tos) Sí... puede ser, sí.

[Carlos]: Debo advertirle, mi querida Tutti, que el discurso de mi amigo es una gran mentira, (Tutti mira, seria, a Fernando) magistralmente armada para seducir mujeres hermosas como usted.

[Tutti]: (dirigiéndose a Fernando) Me gustaría mucho conocer a su mujer. Quiero dejar de ser discreta por una sola vez y contarle todo lo que usted me dijo... ¿Ella lo sabe?

[Fernando]: (pensativo) No... Nunca se lo dije, pero Lili... Qué se yo... Nunca se le escapa nada.

[Tutti]: Dígaselo.

[Fernando]: No sé si puedo... Por ahí... se lo escribo...

[Tutti]: Eso también estaría bien. Pero hágalo pronto... Esa mujer no se merece que la hagan esperar tanto.


Lugares Comunes, dirigida por Adolfo Aristarain en 2002.


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