martes, 31 de diciembre de 2013

Despropósitos apresurados



Nada de listitas con "lo mejor y lo peor de 2013". Nada de melancolías ni de escribir los deseos para el nuevo año tres minutos antes de la cuenta atrás; debe haber alguien o algo por ahí arriba que, definitivamente, o no sabe leer o no entiende mi letra. 

En su lugar, y con la ayuda inestimable de Mr. Jardiel Poncela, dejo para la posteridad mis despropósitos de cara al año entrante: 

 1. Enseñarle malabares a una ostra. Tratar de no aburrirla en el empeño.

 2. Pintar de verde la verja de ese manicomio que es el mundo.

 3. Aprender a hablar castizo (léase idiomas): 
 - ¿De dónde vienes?
 - De la rué.
 - ¿Qué has hecho?
 - Mover los pinrelitos y lucir el establecimiento. 

4. Desoir cada una de las recomendaciones de la OMS. Asumir que -en lo personal- la nicotina va a la grupa del amor.

5. Doctorarme en camelancias y extrañezas; cambiar el adverbio NO por "Encarlado del rujen histroso de poserpidania. Lafurnita." y el adverbio SÍ por "Salacadula Chalchicomula Bíbidi Bábidi Bu". Derrochar con alegría, al menos en la cosa  del lenguaje.

6. Conservar intacta la fe, de preferencia al baño maría.

7. Dejar abierta una rendija (con ganzúa, fórceps o intrincadas contraseñas) para los puntos suspensivos. 


Decidida estoy a cambiar esta noche uvas por frambuesas y cava por tequila. 
Y, con la tenia señorías, a seguir bailando. 
 


sábado, 28 de diciembre de 2013

¿Mrs. Nancy Bowtin?





Diciembre vino silenciosamente, 
estirando las noches hasta casi juntarlas...


Ángel González



&

[Esto mío, creo recordar, no era tan difícil: elegir una foto, adornarla con un verso ajeno imprescindible y pasar a derramarse con lo propio.]

Sin rodeos: 
Un amigo en la UCI, dejándose cuidar por servidora. 
Una amiga grave, pasándolo al tran tran en su propio domicilio.
Un no rotundo. Un sí esquivo. 
Un dedicarle tiempo a todo, incluyendo lo menos importante, por pura supervivencia. 


El resumen de un mes y dos semanas en cuatro líneas; la factura que se cobran cuatrocientas horas de déficit de sueño acumulado. La sensibilidad a flor de piel. La imperiosa necesidad de seguir bailando. La suplica al cielo -desatendida- de una tregua. 
Ha sido -y está siendo- duro, pero empiezan a verse brotes verdes que nada saben de índices económicos. Porque el 2014, intuyo, viene como entran los toreros en el coso; temblando de miedo pero decidido a ser valiente. Quiero creerlo. 


Y quiero aprovechar para saludar, faltaría más. Que son fechas de noches juntándose con noches y a una le faltan horas pero le sobran ganas: 
- Besos Guillermo. Que pensarte y sonreir es todo uno. 
- Besos Julia. Con Champin, con agua, con amor. 
- Besos Ana. Sin jamón, con reposo. Con toda mi ilusión. 
- Besos Raquel. En bajito, pero siempre. 
- Besos Manolo. Con gatos y bodas, con abrazo apretaíto.
- Besos sin peluca, José. 
- Besos Luis. En sinusal, por derecho. 
- Besos a mi médico y testigo.
- Besos a los que me faltan. 
- Besos a mis padres.

 Y a tí, Juanjo, que sostienes cada uno de mis besos en tu beso, un sí quiero. 



jueves, 14 de noviembre de 2013

Las cinco y sin comer




Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres
                                                       (según las últimas estadísticas).

Y paso largas horas preguntándole a Dios,
preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad
                                                                                             de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.


Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?


Insomnio,
 Dámaso Alonso





Desconcierta tanto pensar que la proa no es nada sin la popa, que babor y estribor nunca se fundirán en un abrazo...
Cuando a mitad de travesía el mar ruge bravío, sólo cabe pensar en "más madera".  En lo altas que están las olas, madre; en lo lejísimos que se avista tierra firme (para qué plantearse que eso del fondo sea en realidad mero espejismo); en cuánto durará lo que queda de combustible y en posibles vías de evacuación si llegara a producirse una tragedia. "Más madera", repito, y me birla el aire con maestría una sonrisa.


Que siempre parece repetirse la misma secuencia cuando se cierne sobre mí una tormenta; a lo urgente, por fuerza, le gana la partida lo incandescente. Y servidora quisiera ponerse cuanto antes con el acopio de imprescindibles (1.bote salvavidas, 2.alambre macgyverizable en arpón, 3. dos blister o cuatrocientos gramos de "Pastillas para no soñar: avería y redención", 4.guantes para tanta astilla y 5.rezo desesperado tipo "Jesusito de mi vida"),  pero sabe por experiencia que antes hay que dejarse llorar y saberse frágil. 
  
Que para gritar a pleno pulmón "a toda máquina" hay que haberse recompuesto y coger aire.



miércoles, 13 de noviembre de 2013

Indefensiones Vs. Impotencias



Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde...

J. Gil de Biedma


&



Hoy no estoy para nadie. Hoy no quiero saber nada de tifones, de tramas de corrupción, de chismorreos de patios de vecinas ni de resultados deportivos. No quiero saber ninguna cosa que ocurrirle pueda a nadie fuera de éste, mi cuerpo, o fuera de ésta, mi alma. Y si alguien pregunta por qué esta actitud o de dónde nace este enmimismamiento, que amase su curiosidad hasta hacer con ella una bola -tanto da si resulta grande, pequeña o amorfa-. Porque hoy no puedo sostener mi propia sombra; ni tan siquiera esbozar una sonrisa. Mucho menos aún sentir piedad por nadie distinto de mi propia persona.

Que ninguna palabra obra en mí consuelo.
Que ningún gesto, salvo este abandonado de escribir, me sirve de guarida.



martes, 22 de octubre de 2013

Irreverencias otoñales

 



 Del sueño irreverente de una noche de otoño


Jesucristo yacía relajado sobre la camilla de masajes. Tosió un par de veces por el humo del incienso y mantuvo los ojos cerrados en espera de contacto físico. Después de mil novecientos ochenta años sin sentir una triste caricia, ese día, por fin, había llegado el momento. Su túnica colgaba de una percha de Ikea. Bajo ella estaban sus sandalias, necesitadas sin atisbo de duda de una manita de agua y un tintín de jabón.  Una toalla de algodón blanco rizado cubría pudorosamente la zona innoble del susodicho; dejaba al descubierto toda su espalda y sus piernas desde mitad de muslo.  


Su visión ante mis ojos fue casi una experiencia religiosa. Le reconocí aún estando de espaldas y le pregunté si le podía llamar simplemente Jesús. No hay problema, contestó. Me detuve en su voz mientras entibiaba el aceite en el hueco de mis manos: era cálida y profunda, varonil. Me puse al lío sin más demora tratando de controlar mi propio desconcierto. Sé hacer mi trabajo, me dije: primero suave deslizamiento, después movimientos circulares y más tarde amasado, presión y estiramiento. Una hora y media de roce epidérmico lubricado que dio de sí lo suficiente para oírle suspirar, quejarse tímidamente por alguna contractura y gemir de gusto. Y también para que a su pregunta directa de cómo va el mundo yo respondiera sin filtrar: "Sólo regulín. Que un tío como Cristiano Ronaldo se saque la chorra en público despierta mucho más interés y acapara más recursos que cualquier masacre humana  o el crecimiento imparable de la desigualdad social". 

Mi perplejidad por haberle soltado esa frase sin que mediaran mecanismos de control básico pasó a un ultimísimo plano cuando Jesús, recobrando su incuestionable vigor y olvidándose del masaje, se giró de sopetón para levantarse de la camilla mostrándose como Dios le trajo al mundo. El movimiento inesperado y el paisaje a contemplar me nublaron el raciocinio de tal modo que en mi magnífica confusión sólo pude centrarme en las bondades de la naturaleza y bendecir al otoño por llevarse las hojas de los árboles y no encontrarles nueva ubicación entre sus ingles.  

Y fue así,  tomando como punto de partida aquello del follaje caducifolio y llevándolo por la vía ecuménica del poder seductor de la redención, como se alcanzó el final feliz al que están obligados los cuentos, los milagros y los masajes. 


P.D. Si son de rezar, les ruego: oren para que este sueño se repita y, a poder ser, para que se quede sin pilas el despertador.


sábado, 19 de octubre de 2013

Estruendos con silenciador


 


&




World Press Photo 2013

Fotografías de 
Fausto Podavini    &     Majid Saeedi


.- -- --- .-.


Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano. 


 &

Baila con el corazón apuñalado,
canta y ríe porque la herida es danza y sonrisa. 
Es inútil explotar.
La herida  duerme tranquila.


                   Soy              -      La bailarina  apuñalada
J. L. Borges     &          N. Al Malaika



.- .-.. -- .-   -- .. .- 



Disparos ensordecidos del ojo tras la cámara.
Desgarros de verdad en el estruendo de la tinta.
Olvidado Código Morse al rescate del sentir del alma mía.


viernes, 18 de octubre de 2013

Oda al Ciclo de Krebs





Una prosa puede corromperse como un bife de lomo. Asisto hace años a los signos de podredumbre en mi escritura. Como yo, hace sus anginas, sus ictericias, sus apendicitis, pero me excede en el camino de la disolución final. Después de todo pudrirse significa terminar con la impureza de los compuestos y devolver sus derechos al sodio, al magnesio, al carbono químicamente puros. Mi prosa se pudre sintácticamente y avanza -con tanto trabajo- hacia la simplicidad. Creo que por eso ya no sé escribir "coherente"; un encabritamiento verbal me deja de a pie a los pocos pasos.

Mr. J. Cortázar


&


"Descarboxilación oxidativa del ácido pirúvico en un proceso catalizado por el complejo enzimático piruvato-deshidrogenasa": así se produce la entrada del pirúvico, producto final de la glucolisis, en el Ciclo de Krebs. Y desde ahí, la cosa metabólica sigue: no hasta el infinito y más allá, sino hasta que las celulitas que nos mantienen vivos consiguen su energy para seguir funcionando como mandan los cánones y exige la bioquímica.


Aprendí de memoria hace años un galimatías que, para mi sorpresa, sigo hoy recitando como un mantra. Creo que si quedó pegado con superglue en alguna parte de mi cerebro fue por lo rocambolesco de las palabras y por lo mucho que me costó memorizarlas. Que si a lo bello se le suma lo dificultoso, el conjunto gana enteros. Y una (o uno tal vez) empieza a hacer suyo eso del esfuerzo y su consiguiente recompensa o, si ésta no llegara como ocurre con frecuencia, el calorcillo de la paz inundando el mediastino por haberlo intentado con denuedo.


Porque igual la cosa de la simplicidad y la facilidad no está hecha para todo el mundo y lo que a unos les viene regalado de serie a otros nos cuesta un mundo. Pero, así las cosas, más vale ponerse a ello que renunciar por pereza, miedo al fracaso o presunción de incapacidad para lograrlo. O, lo que es lo mismo, que aceptando lo que tenemos y no podemos cambiar, hay que echar el resto. Por coherencia interna y por encabritamiento vital.  


Que alguna jodida vez, quiero pensar, el cielo nos dará un respiro
Y empezaremos a olvidarnos de tanto metabolismo anaerobio. 


miércoles, 2 de octubre de 2013

La levantá del otoño

 
 
Tu espalda es el ocaso de septiembre,
un mapa sin revés ni marcha atrás,
una gota de orujo acostumbrada
al desdén de la mar.
 
 
Mr. J. Sabina


&
 
Tres mil kilómetros largos on the road y un juego inventado para la ocasión: contar las víctimas de bajo peso específico y alto pelaje que se cobra el asfalto. Conejos, puercoespines, ratas, ratones y algún que otro parajillo 'despistao'.  Extrapolar los datos y llevárselos de aquella manera a la vida. Sonreir pensando que tal vez sea cierto que estemos locos, loquitos de atar, pero que así somos y no parece necesario -ni siquiera conveniente- pasarse al bando de los cuerdos con premura. 
 
La levantá del otoño me ha pillado con escamas en las manos y generosas reservas de salitre en la mirada. Y eso, aunque haya quien jure y perjure que el mar es desdeñoso, es muy de agradecer con alegría además de impagable.

Un mes sin escribir y de nuevo en casa. Que es Rusia, Gijón, Huesca o Madrid.
Sin mapas. Sin marcha atrás.
Con ganas, ganitas de verdad, de volver a nadar en mar abierta. 


lunes, 2 de septiembre de 2013

Geometría on fire




Unos cuantos folios en blanco. 
Un compás. Dos manos.
Y  la geometría al servicio del alma,
circunscribiéndola.



La punta trazadora de un compás que acaricia el papel y lo marca por vez primera, no sabe qué vendrá después. 

Puede que la eternidad; tal vez las manos, sintiéndose poderosas,  se entreguen febrilmente al giro continuado y renuncien a detenerse. Un punto de partida insignificante capaz de abrir una senda hacia el infinito resulta sumamente tentador.  O puede que la nada: un esbozo, un podría haber sido, un quizá. Porque algo falló o porque el querer no pudo. Más adelante, acaso. Nunca, quién sabe. 

Puede que la obsesión por trazar un círculo perfecto sea demasiado fuerte y el papel, con la sutil erosión del roce continuado, termine por romperse. Que se rasgue en algún punto de la circunferencia o en su mismo centro. O puede que la desidia se imponga y el círculo no llegue a completarse. Incluso que el miedo paralice o distraiga; bien la mano, atenazada ante la posibilidad del logro y temerosa de seguir girando; bien el punto de apoyo, incapaz de mantenerse firmemente anclado, tembloroso.

Puede que la inercia se imponga a la voluntad y se logre el objetivo sin darle demasiadas vueltas al asunto. Las justas e imprescindibles. Una básica y otra, como mucho, de repaso. O puede que la voluntad le lleve ventaja a la inercia y la simplicidad desaparezca para cederle espacio a la duda. Seguir o no seguir, that is the question. Que siendo lo normal cumplir con los cánones y girar el compás, hay quien encuentra más evocador y natural rotar el papel para lograr, finalmente, lo mismo. Quien se siente satisfecho contemplando su círculo sin pretensiones y quien se desvive por resolver su cuadratura. 


En cualquier caso, trazar un círculo con la inestimable ayuda de un compás es un asunto delicado. Tanto o más que tratar de entender la vida sabiéndose pez en geometría del alma.

 

miércoles, 14 de agosto de 2013

Epidemia de páginas sombrías




   
Sólo por curiosidad; porque quería saber qué decían aquellas páginas que leían montones de gentes poco dadas a los libros. Porque el eco resonaba en todas las conversaciones. Dos millones de resultados en la búsqueda de Google. Derechos de traducción vendidos en cuarenta países. Porque se convirtió en debate. Y sobre todo, porque escuché de una mujer cabal, a mi juicio, un comentario al respecto: "Eso es el amor, entregarse". 

Hace unos meses me acerqué a la trilogía más sombría de puntillas, luciendo la misma sonrisa maliciosa de quien habiendo caído en la tentación opta por no hacerse cruces y disfrutar a conciencia. Con cierto sentimiento de vergüenza por los prejuicios que de común despiertan los bestsellers a quienes leemos con relativa asiduidad. Cayeron mil setecientas noventa y dos páginas en diez días.

Porque aunque la historia en sí no vale un pimiento, da pie al tomate y allana el camino hacia el consiguiente gazpacho. Flou literario, que diría Mr. Ortega y Gasset: unos azotes y dos besos de curacurita sanasanita vendidos como ¿sadomaso? que en los últimos tiempos han metido en cama a más gente que la gripe. 


Y esa, que no otra, es la madre del cordero de tanto éxito: ¿cuántos dolores de cabeza ha fulminado al instante este libro con propiedades anal-gésicas? ¿Cuántas úlceras gástricas habrían generado todas esas aspirinas-de-sábado-noche en los cuerpos de mujeres habituadas a poner la misma excusa ante la mínima y consabida sugerencia? ¿Cuántas alegrías, por aquí y por allá, ha reportado a sus lectoras y, lo que es más llamativo, a sus no lectores? Son cuestiones nada desdeñables. 


En lo personal, me quedé con ganas de más. Me faltaron hondura y profundidad penetrándome los instintos. Hubiese querido leer cómo se encuentra placer sexual metiéndole mano cuidadosa pero salvajemente al cerebro. Hubiese gozado planteándome dónde se dibuja y establece mi propio "rojo" entre tanto verde. Pero eso es mucho arroz y lo que toca ahora es sólo reconocerlo: leí Cincuenta sombras de Grey, Cincuenta sombras más oscuras y Cincuenta sombras liberadas, pero no me oirán decir que lo lamento. 


Aliviada en confesión, me quedo disfrutando de un té, servido bien caliente, con la mejor hierbabuena. No hace falta decir más; a buen entendedor, pocas palabras bastan.


domingo, 11 de agosto de 2013

Calentura dominical




Pensando vagamente
en el mundo inquietante
que se extiende -imposible- detrás de tu sonrisa.
 

Ángel González


& 



Se ha escrito un crimen. 
Y yo no he sido. 

Hay que joderse, me digo, con las ganas que he tenido siempre de poder decir esa frase poseída por el espíritu de la mismísima Jessica Fletcher sin tanta esencia british y con una veintena de años menos (mejor treinta), pero con esa cosa suya de la gafa, la averiguación por observación del despiste ajeno y la maquinita de escribir resonando alegremente con una taza de té al lado. 

A lo que iba. Que si se ha escrito un crimen, y de ayer a hoy -supongo-, se habrán escrito cientos, yo no he sido. Lo mío no es la novela de misterio; me lío y termino confundiendo los nombres de la víctima y el asesino o, si se tercia, les llevo apresuradamente al catre y trato de ahorrarles un disgusto. En su lugar, y amoldándome de forma natural a mis posibilidades de reflexión, me he entregado con fruición a tratar de entender algo que a nadie le importa un carajo pero que a mí me tiene comidita la moral. 

La cosa es que intento comprender qué intrincados y necesariamente patológicos pensamientos pasan por la mente de los diseñadores de camisetas y ropa interior femenina del grupo Inditex (y similares) para que todas las prendas en cuestión sean absolutamente ñoñas, chorras, blanditas, requetecursis y nauseabundas. De arcadita seca. Tarta de fresa, Snoopy y el osito Winnie (ahí es nada) estampados por doquier inundando estanterías, perchas, escaparates. Todo el universo del basic & underwear low cost. Alguna incursión menos vomitiva pero aún así desafortunada de Picapiedras, Pitufos o Mafalda & friends. Siempre en colores pastel. Basta, por favor. 


Ya está bien de hacernos sufrir. ¿Es que no pueden hacer camisetas de chico en tallas más pequeñas? ¿Es que las tías merecemos ser tratadas como lerdas cursis? ¿Quiénes diseñan eso? ¿Qué les lleva a pensar que eso vende -aparte del hecho demostrado de que se vende que da gusto-? ¿Por qué el resto de la ropa que diseñan -que no son ni pijamas ni camisetas- pretende vestir a una mujer supersexy y ultradura en las distancias cortas? Me no entender.


Me sólo querer poder comprar camiseta de grupo de Rock, ciudades del mundo, siluetas de pulmones alados encarcelando en blanco y negro corazones, o de equipos de beisbol llegado el caso pero, a ser posible, de mi talla y no tres tallas mayor.  Que tener que usarla sólo para dormir, porque mola pero le queda a una como a un cura tres pistolas, da pena. Y tratar de encogerla, por experiencia lo digo, no termina de resultar.


Sé que la cosa no tiene un futuro prometedor, pero estoy que lo tiro y no voy a disgustarme. Máxime cuando, a lo tonto, me ha venido la imagen de mi queridísima Jessica Fletcher con uno de esos pantaloncitos ultracortos de moda que dejan media cacha fuera y un top de ombligo al aire: primero metiéndose en la cama y luego -ya despeinada- levantándose a media noche para darle leche al gato. 


Qué cabecita madre, qué cabecita...

jueves, 8 de agosto de 2013

Terrícola de agua dulce




I will arise and go now, for always night and day
I hear lake water lapping with low sounds by the shore;
While I stand on the roadway, or on the pavements grey,
I hear it in the deep heart's core.


[Me levantaré y partiré ahora; pues siempre, día y noche,
escucho, junto a la orilla, el suave chapotear del agua del lago;
y mientras permanezco sobre la calzada, o sobre la gris acera,
lo escucho en lo más profundo de mi corazón.]



The Lake Isle of Innisfree 
[La isla del lago Innisfree]

W. B. Yeats




Una terrícola de agua dulce acostumbra a sobrevivir sin demasiados aspavientos después de una gastritis de toma pan y moja poco. Cumple dos días de estricta dieta blanda para recuperar el brillo de sus escamas y se lanza de nuevo al banco frente al lago para contemplar las puestas de sol -o en su defecto los amaneceres- enfundada en un neopreno que promete la llegada de un querer a aletas llenas.


Un acuícola de tierra salada se entretiene pedaleando en su bicicleta hidrodinámica con la cadencia de un cardumen de ángeles emperadores y se acerca hasta la orilla para reabastecer con antitérmicos su botiquín de amores  impermeables. Deletrea esfuerzos entre cimas y valles de montañas sumergidas y sueña cada noche con perder las branquias al descuido para atemperar su mañana en tierra firme.


Ambos escuchan, en lo más profundo de su corazón, el suave chapotear del otro en la distancia. 


 

martes, 30 de julio de 2013

Queroseno en las pestañas




Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
revuelvo mis placeres, 
contemplo el panorama;
esnifo el queroseno que adorna mis pestañas,
y reavivo un incendio 
que huye de las llamas. 



Avería resuelta en
Calle Melancolía


&


descansar.
(De des- y cansar).
2. intr. Cesar en el trabajo, reparar las fuerzas con la quietud.
3. intr. Tener algún alivio en las preocupaciones.
5. intr. Reposar, dormir.  

...

Terapia intensiva de espuma y sal: efectiva. Efectos visibles a corto y medio plazo.

Tratamiento de soporte: aplicar queroseno en las pestañas al menos una vez al día para mantener en la mirada un toque borroso de incredulidad que alimente la fantasía.

Próxima revisión de la paciente a finales de septiembre del año en curso.

...

La diferencia al fin comprendida entre el atún y el bonito, entre las Lager y las Ale. La definición ultrapoética de biopsia que exigía el crucigrama. El carné de la biblioteca Ángel González. Las moscas emperatrices. Los 18 g de ganancia con una dieta estricta de 4.000 Kcal/ día. Los capítulos con títulos imposibles de El Chef ha muerto: vergüenza en salsa verde, ojos rehogados, resurrección de fabada. El grito rompesiestas animando a Contador. La tregua de los mosquitos, de las medusas, del pez araña...

Amarres de simple lazada, deliciosos, tras un año de intensa cabuyería.


miércoles, 17 de julio de 2013

Abracadapalabra




 Te daré semillas de flores raras
para enriquecer tus gatos literarios...

Tristan Tzara




&



Instrucciones 

(Válidas para cualesquiera de mis escrituras)


- Se recomienda recolectar cada palabra con cariño, precediendo al  gesto de lectura la intención de inocua locura: pronunciar un sutil "abracadabra".
- Se recomienda transportarlas -de preferencia- en un cesto de cáñamo trenzado, almohadillado en el fondo y a ser posible sin lazos.
- Se recomienda asimismo, para saborear toda su esencia, dejarse engatusar con su ataque caliente en boca y retrogusto desnudo en aorta. Se percibirán notas agridulces, faltas de cardiografía y, como mal menor, aromas de verdequetequieroverde, madera sin tratar y altamar enraizada.
- No se recomienda masticar cada texto más de lo imprescindible con el fin de evitar que el suspiro último sobrevenga en sentir inapropiado. 



Es momento de descanso, al fin.
Deseo que hagan buen uso y abuso de la vida.
Y que disfrutemos, ustedes y yo, de este merecido tiempo de frambuesas.

 

jueves, 11 de julio de 2013

Media docena de nudos




...Y recordé aquel viejo chiste, aquel del tipo que va al psiquiatra y le dice: "Doctor, mi hermano está loco, cree que es una gallina". Y el doctor responde: "Pues, ¿por qué no le mete en un manicomio". Y el tipo le dice: "Lo haría, pero necesito los huevos".

W. Allen


&


Empiezo a dudar de mi salud mental. Así, en general. No sé cuánto de lo que me pasa por la cabeza entra en la categoría de "normal" y cuánto en la de "aléjate de mí, bicho". No se trata tanto de ver u oír cosas raras, digamos leones africanos alados mordisqueándome la piel o un coro de luciérnagas aficionadas al góspel regalándose en concierto, sino de sentirse venir en oleada arrancando desde el píloro un llanto incómodo por incontrolable, triste e inoportuno.

Tengo motivos para mantener la calma: será el festival de hormonas que tiene lugar en mi cuerpo, me digo, o será este calor asfixiante que espesa la sangre y ralentiza la posible sonrisa compensadora. Podría ser también que esa orquestada puesta en escena del cielo para contraerme las entrañas -léase la comunicación de un nuevo embarazo por día en las dos últimas semanas, por más que resulte inverosímil- sea solo un preludio de lo que está por venir.  Ojalá.

Lo malo es que también tengo motivos para perder los nervios: me resulto cansina, a mí misma y para los demás. Inserta en una espiral de  autocompasión que me atrapa y se me antoja barricada en mi propio laberinto. Porque si la posible salida del enredo exige el paso del tiempo e implica necesariamente una buena dosis de paciencia, a mí me pueden la ansiedad, la prisa y la desesperación. Tendré que vivir con ello y hacer acopio de tila: que así no hay quien engorde, dicho sea de paso.


En el fondo, creo, no estoy todavía de psiquiatra. Porque una cosa es necesitar los huevos y otra distinta no poder vivir sin ellos. Y yo, que sueño con yemas y claras deshaciéndome los nudos, me despierto sudando y me miro en el espejo: por suerte, bien lo sé, no tengo nada de gallina.


miércoles, 3 de julio de 2013

Naftalina en los sombreros


 

Lanzamos una moneda
y nunca la vimos caer.

No lo sientas, no te arrepientas, no llores más. 
Sube al viento, mantén el aliento, vuelve a empezar,
a empezar...


***


Tañe las campanas que aún pueden repicar,
olvídate de tu ofrecimiento perfecto.

Todo tiene una grieta;
así es como entra la luz.  


C. Malla & L. Cohen






Tal vez nos olvidamos de darle la vuelta a los sombreros para dejar que entrara la moneda. O creímos que bastaría con el ofrecimiento perfecto, con las ganas brotando directamente de un lugar llamado corazón. Pero no fue así, y ahora toca pasar página y desdecir al refranero. Porque tampoco a la tercera fue la vencida. 

Ha sido duro, agotador y desolador a partes iguales. Ir al hospital sin respetar siquiera los días de libranza, las salidas de guardia.  Los pinchazos de repetición a esa hora en que se despiertan Las Ventas con clarines y timbales. Las pruebas diagnósticas. Los recipientes estériles conteniendo posibles retazos de vida. La exposición del centro geométrico de lo más íntimo por un quizás y el dolor agudo de un pasajero invisible que no acude a la última llamada. 

Hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos. 
No se puede pedir más. No se puede llorar más.


Vamos a dejar que la naftalina cuide por un tiempo de los sombreros, de la cuna, del bosque. Vamos a respirar hondo sin lanzar al aire más monedas para recuperar el aliento. Vamos a creer que existen las grietas aunque no podamos verlas. 


Que este castigo divino que es no poder tener hijos, imploro, no nos quite la vida.


 

lunes, 17 de junio de 2013

Cántala otra vez, Rita




 You must remember this
A kiss is just a kiss, a sigh is just a sigh.
The fundamental things apply
as time goes by.

[Debes recordar esto,
un beso es sólo un beso, un suspiro sólo un suspiro.
Las cosas fundamentales suceden
conforme pasa el tiempo.]



B.S.O. Casablanca (1942)



&



Por las vacas ambidextras; por los peces con bufanda; por las cebras filatélicas; por las cabras escapistas. Si es así como quiere brindar Rick Blaine, amén.
 
Sobrevuelo Casablanca y me da por pensar en esas cosas que se mantienen constantes conforme pasa el tiempo. Aunque una prefiriera que cambiasen. Aunque toda la vida haya tratado de cambiarlas. Sé bien que todo lo sobredimensiono, que todo lo retuerzo hasta dejarlo prácticamente seco. Que no soy más que una lavadora humana que todo lo centrifuga. Cada vez con menos ruido, sí, pero también cada vez con menos suavizante. Sale la ropa gastada y hasta de cuando en cuando hecha jirones. Otras, a qué andarme con medias tintas, directamente raspa sobre la piel, escuece. Araña.

Porque yo nunca he tenido el poderío de Ilsa Laszlo ni ganas de pedirle a nadie que no sepa tocar el piano que se explaye entonando mi canción. Déjalo Sam, estoy tentada de decirle, no tengo tanta paciencia; déjale su espacio a Rita para que la cante otra vez. Hoy, mañana, siempre. Hasta que se le ahogue la voz en la garganta y deje de poner el alma entera en cada copla.


Sobrevuelo Casablanca y sé que un beso es sólo un beso, pero sabe distinto el de amor que el de traición y ambos, de ser suficientemente intensos, pueden resultar inolvidables. Igual que un suspiro no es más que un verso mudo que promete sin dar pistas. Pero más allá de París y sus jardines,  las cosas fundamentales no debieran jamás depender del azar, sino del tesón, la constancia y el hondo anhelo. 


Hay prendas que es mejor llevar al tinte, me repito.



martes, 4 de junio de 2013

Temporada de alacranes




Cuando siento que voy a vomitar un conejito me pongo dos dedos en la boca como una pinza abierta y espero a sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como una efervescencia de sal de frutas. Todo es veloz e higiénico, transcurre en un brevísimo instante. 
***
Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas. 


 Julio Cortázar
(Carta a una señorita en París/ Instrucciones para llorar)


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Media primavera en un sinvivir, esperando con ilusión  el comienzo de la temporada de patos o, en su defecto, la de conejos; ensayando con pasión hasta bordarlo el auténtico grito de guerra ("dispárame a mí, a mí, a mí"); rebuscando en madrigueras, localizando charcas en largos paseos por el campo. Todo para terminar comprobando que la única temporada que dura todo el año y nunca anda de capa caída es la de los alacranes.


Porque siempre hay aguijones listos para incrustarse en epidermis ajenas e inocular su veneno con los consabidos agravantes de premeditación, nocturnidad y alevosía. En el desierto de Atacama y en la periferia de Madrid. En todas partes hay alacranes escondidos bajo las piedras del camino, esperando el momento idóneo para fundirle los plomos a su presa, neurotoxinas fatales mediante. Alguna especie poco conocida destaca por su espíritu aventurero y se cuela con facilidad en la mochila del paseante, haciéndose bola junto a la cantimplora, para después tomar posiciones en el armario del dormitorio o en la taquilla del trabajo y atacar en el momento más inesperado, de preferencia por la espalda y a traición. Que lo de menos, llegado el caso, es el dolor físico y el carácter letal de la picadura y lo de más la extrañeza inexplicable de haberla sufrido sin tan siquiera intuirla.


En tales circunstancias, asumiendo que vivimos rodeados de alacranes,  sólo hay tres opciones razonables: 
a) Recibir el aguijonazo y morirse de un patatús. Concluir con un solemne "aquí paz y después gloria",
b) Encajarlo y sobrevivir para pasar a la acción y tomarse la revancha sin ética ni poética,
c) O tratar de mantenerse a distancia, al menos de sus nidos, y en caso de contacto inevitable tirar de diplomacia. Se admite también, por pura supervivencia, recurrir a la hipocresía. 

La otra opción, la que no se admite por ser contraria a toda lógica de preservar la vida, es la de esforzarse en olvidar el ataque despiadado y pelillos a la mar. Porque un alacrán puede fallar, pero si ataca una vez atacará ciento. Sin atisbo de remordimiento. 


En mi opinión y tirando de experiencia, recomiendo la opción c. No porque me seduzca de lo lindo, sino más bien por descarte. Si te cruzas con un alacrán y le sonríes -aunque le detestes-, te interesas por su vida -aunque escucharle te apetezca tanto como saborear una mierda pútrida de vaca- y le haces creer que es único -aunque sea otro del montón- no te dará problemas. Puede que después los tengas tú con tu propia conciencia, pero ya se sabe que la conciencia es elástica. Todo sea por poder seguir disfrutando de los patos y de los conejos. De la primavera que viene de frente y sin argucias. De Cortázar. De la vida.


viernes, 31 de mayo de 2013

Astronauta sin luna

 



[Extracto de la autobiografía de Popeye]


Me tocó ser marinero por circunstancias, pero siempre quise ser astronauta. Cuando al fin me decidí a cambiar de vida, allá por el 33, le eché arrestos para fundar la NASA y cumplir así mi sueño. Tenía resuelto el tema del papeleo cuando recibí un paquete postal que dio al traste con todo. Yo, que ya me veía cambiando la andrajosa gorrilla blanca por una escafandra reluciente, surcando el espacio sideral a millones de años luz de Brutus y enviándole cartas de amor platónico a Olivia, tuve que hacerme cargo del pequeño Cocoliso. Por si fuera poco, tiempo después Eisenhower me robó la idea de la NASA sin un triste agradecimiento. 
 
 
Han pasado muchos años y sigo preguntándome cada día quién me envió a Cocoliso y por qué precisamente a mí. También otras cuestiones de índole menor me roban el sueño de cuando en cuando; cómo es posible que las autoridades permitieran el envío de un bebé en una caja -por mucho que el franqueo estuviera pagado y que el cartón luciera plagado de agujeros para evitar la asfixia-, si este modo de embalaje y entrega provocó algún tipo de déficit psicomotor que explique que a estas alturas Cocoliso sólo sepa gatear y a qué obedece su alopecia si le alimento divinamente. Minucias, cierto es, en comparación con los interrogantes principales. Porque lo que de verdad me descoloca, más que la peor tormenta vivida en alta mar, es cómo alguien pudo elegirme de entre todos los mortales para que yo, concretamente yo, me responsabilizara de su cuidado.

 
Porque la verdad, no voy a mentir en esta autobiografía, es que hasta entonces mi vida se podría calificar -siendo benevolente- de pelín disoluta. Basta decir que no nací tuerto y que las madrugadas en los tugurios de los muelles se prestan al cuerpo a cuerpo, ya sea con final feliz o sangriento. Bajo el manto reverencial que tejí en torno a las espinacas y a su excelso poder vigorizante, quise esconder una adicción inconfesable a la marihuana motivada por sus propiedades analgésicas. De ahí que además de enlatarla y echármela al gaznate, la fumara en mi pipa sin levantar sospechas. Aún no puedo creer que esta cuestión pasara inadvertida a pesar de su repercusión mundial: no hacía falta ser muy listo para caer en la cuenta de que "espinacas" y "yerbas enervantes" no forman parte de la misma categoría. Lo del asunto del hierro, por demás, vino a quitarle hierro al "otro" asunto.


Ahora, afortunadamente, veo las cosas distintas. Sigo una dieta variada - exenta de espinacas y acelgas por su alto contenido en nitratos- y he dejado de fumar. He aprendido a convivir con Olivia y su coquetería (todo sea porque Cocoliso no sufra la carencia de la figura materna), he cumplido mi acuerdo tácito con Brutus de no agresión y trato de ser un buen padre. Parece suficiente. Sé que muchos esperaban más de mí, pero así es la vida fuera de las tiras de cómic, las películas y los dibujos animados. Mucho menos espectacular de lo que nos quieren hacer creer pero razonablemente satisfactoria. Porque este astronauta que se quedó sin luna encontró en tierra un lugar donde echar el ancla y tender la ropa: y eso, viniendo de un hombre de mar, parecía también imposible.