Nada de listitas con "lo mejor y lo peor de 2013". Nada de melancolías ni de escribir los deseos para el nuevo año tres minutos antes de la cuenta atrás; debe haber alguien o algo por ahí arriba que, definitivamente, o no sabe leer o no entiende mi letra.
En su lugar, y con la ayuda inestimable de Mr. Jardiel Poncela, dejo para la posteridad mis despropósitos de cara al año entrante:
1. Enseñarle malabares a una ostra. Tratar de no aburrirla en el empeño.
2. Pintar de verde la verja de ese manicomio que es el mundo.
3. Aprender a hablar castizo (léase idiomas):
- ¿De dónde vienes?
- De la rué.
- ¿Qué has hecho?
- Mover los pinrelitos y lucir el establecimiento.
4. Desoir cada una de las recomendaciones de la OMS. Asumir que -en lo personal- la nicotina va a la grupa del amor.
5. Doctorarme en camelancias y extrañezas; cambiar el adverbio NO por "Encarlado del rujen histroso de poserpidania. Lafurnita." y el adverbio SÍ por "Salacadula Chalchicomula Bíbidi Bábidi Bu". Derrochar con alegría, al menos en la cosa del lenguaje.
6. Conservar intacta la fe, de preferencia al baño maría.
7. Dejar abierta una rendija (con ganzúa, fórceps o intrincadas contraseñas) para los puntos suspensivos.
Decidida estoy a cambiar esta noche uvas por frambuesas y cava por tequila.
Y, con la tenia señorías, a seguir bailando.