viernes, 28 de agosto de 2009
Ligera de equipaje
jueves, 27 de agosto de 2009
Evita bailando con Freud
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar.
Nunca perseguí la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres mi canción.
Yo amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse, de sol y grana volar,
bajo el cielo azul temblar súbitamente y quebrarse.
Antonio Machado
Este blog comenzó siendo mi particular aventura de ensoñación. Me apropié de algún verso especialmente evocador para darle nombre. Robé la fórmula magistral que inicia cada despegue y me abroché el cinturón ilusionada con el viaje. Decidí no llevar equipaje, no mentir. Fui aprendiendo de a poquitos y con esfuerzo, como todo lo que supongo importa al final en esta vida. Siempre por el gusto de escribir para ordenarme por dentro, por el placer de encadenar palabras para tratar con ellas de transmitir y entender lo más íntimo y personal. Buscando un soporte externo para lo intransferible. Y escribo, con más o menos acierto según el día y mi estado anímico, desde que tengo uso de razón. Desde que, a una edad temprana, descubrí que se podía estar en este mundo de muchas maneras, siendo la que me había tocado en suerte -ante mis ojos- sumamente complicada.
Trato de sobrevivir, a esta vida que tengo y que es la mía, con toda la ironía que me permite el sentido del humor. Y aunque me gusta bailar a menudo siento que no termino de encajar en la coreografía. Antes, cuando era más joven, salía huyendo para encerrarme a llorar en el camerino. Ahora, en la oscuridad de ese refugio tantas veces visitado, creo escuchar llantos similares al mío. Hombres y mujeres que se levantan con mis mismas penas, lejos de lo efímero e insustancial de estos tiempos modernos. Es momento de que la fiesta empiece en el sótano, sin importar lo que venga sucediendo en el escenario principal. Porque es el lugar adecuado para olvidarse del pánico escénico y dejar salir del alma, por una vez al menos, todo lo que no debe sino ser compartido.
A todos los invitados a este baile de valiente y temible lucha interior, a todos los que siguen intentando cabalgar al tigre, a todos los que sufren mi mismo dolor: bien hallados y bienvenidos.
Tomaremos juntos el café prometido. Y bailaremos...
martes, 25 de agosto de 2009
Dangerous Nancy Botwin
Ok, it´s time to write it.
Pregunto buscando una nueva frontera a la que dirigirme. La bola mágica responde apresándome en su contradicción. Del éxito rotundo a las dudas razonables, hasta llegar al fracaso decepcionante. Todo ello mediado por una espera que no parece acabar nunca. Desde hace un tiempo todo parece ser bueno o malo, bueno o malo, sin espacio para los grises. No soporto esta dicotomía desesperanzadora. Todo cambia, nada permanece salvo esta jodida espera. Espero a alguien que decida tragarse mis penas y sacuda mi cama como un animal. Que no sea muy malo. Que no sea muy bueno. Sólo alguien que cuide de mí. Pero no sé quién es ese alguien. Quiero creer que eres tú. Ninguna prueba de ello, no tengo datos objetivos más allá de unas palabras descontextualizadas en algún viejo escrito y una ilusión óptica que me lleva a ver tu sonrisa atribulada por mi presencia. Nada serio.
Lo cierto es que no soy capaz de introducir el nuevo código en la botella de nitroglicerina para mandar un mensaje bomba que te haga saber que no respondo de mis actos. No soy capaz de cruzar dos palabras seguidas contigo sin que se disparen frecuencias, deseos y unas ganas horribles de más. Mariposas kamikazes bailando con Freud en mi estómago. Chocando las unas con las otras, perdidas en su vuelo caótico. No me sienta bien salir de guardia y comprobar que las libranzas no se ajustan a las presencias. Tampoco remover el fango para encontrarte entre los recuerdos. Mucho menos montarme en la montaña rusa para que al fin, afónica y despeinada, termine vomitando. Lo dejo ahora, de nuevo en standby: no puedo caminar por el mareo del vértigo.
Nothing is exactly as it seems...
Nor is it otherwise.
lunes, 24 de agosto de 2009
La alegría de un busca sonando a las 6 a.m.
Entre cuevas de Luis Candelas y rejas que no cierran para cantar por celestiales. Con la vida y la muerte bordada en la boca. Luciendo los tatuajes del pasado traicionero de una tímida filibustera al abordaje. Esperando que al compás de unas palmas de tango, aunque tarde en llegar esa tarde muchas tardes, pague mi rescate un curapupas. Que las gotas se junten con las gotas y el barco quede hermoso y no se hunda. Fumando con la mano derecha mientras se cuece un arroz con bogavante.
¿Señora condesa?
El señor, que se ha alegrado extraordinariamente de que le despertase, acaba de expresarme, con lágrimas en los ojos, cuánto lamenta no poder acudir ni hoy a las cinco ni mañana a las cuatro al sitio donde él y la señora condesa saben. Dice que irá cualquier otra tarde, sin fijar fecha; pero, eso sí, suplica a la señora condesa que no se impaciente por muchas tardes que tarde en llegar esa tarde...
La verdad es que el señor tiene razón cuando dice que la condesa sólo se diferencia de un carabinero en que fuma con la mano derecha.
Enrique Jardiel Poncela.
domingo, 23 de agosto de 2009
Evita bailando con Agustín
En la grosería de estos tiempos mezquinos
hasta la virtud debe solicitar el perdón del vicio.
Shakespeare.
Diestra en ejercicios de malabarismo moral, la sociedad actual transmuta el vicio en virtud con la sola condición de que sea pregonado a los cuatro vientos, confunde la desfachatez con la sinceridad, la espontaneidad con la interiorización acrítica de valores prefabricados, condena toda inhibición como axiomáticamente mórbida, ensalza el permiso autocondedido para la caída al vacío como actitud liberadora y hace del exhibicionismo de la vileza condición digna de loa y respeto.
La fragmentada y fragmentadora mente del racionalista occidental no es capaz de concebir una realidad que no sea susceptible de ser desmontada en piezas, como si de un mecanismo se tratase. Así, tomando elementos dispersos de aquí y de allá, se fabrica un yoga que ignora el hinduismo, un zen que no tiene nada que ver con el budismo o un sufismo escindido totalmente del islam. En suma, unas doctrinas empobrecidas y tergiversadas, privadas de raíces y de savia cuya anemia teórica no es disimulada, sino subrayada, por un amasijo metodológico donde se confunde el yoga con la gimnasia, el sufismo con la danza, el taoísmo con las artes marciales, el tantra con el incremento del placer sexual, y se mide el karma en términos de contabilidad bancaria y rentabilidad económica. Cualquier asomo de pretensión noética es asfixiado por una inacabable profusión de técnicas que, previo pago de los correspondientes honorarios, nos permitirán conocer nuestras existencias pasadas, contactar con los ángeles, realizar milagros o tocarle las plumas al Espíritu Santo; así se va construyendo una Babel confortable y profiláctica que rehúye de antemano elevarse demasiado para evitar cualquier vértigo. [...] Pero qué más da... Lo que importa es fluir.
Agustín López Tobajas, Manifiesto contra el progreso.
sábado, 22 de agosto de 2009
"Em Shasks Kepop"
Pasó la noche de su no cumpleaños en la habitación 703 del Hotel Nacional, cambiando etiquetas de botellas para poder beberse un falso ouzo doble que le impidiera cerrar las manos durante tres días. Junto al pasaporte caducado hacía ya seis meses, esperaban en su maleta verde la factura del dentista, su impropio nuevo perfume y una película de acción. Nadie dijo que fuera a ser fácil transitar por el sendero en soledad. Era tiempo de jugar a la ruleta rusa: una Parker 51, la recién adquirida Moleskine Helvetic Red y el aire del vicio llenándole los pulmones veinte veces por minuto. Ingredientes necesarios para poder decidir qué hacer: estarse quietecita hasta ver venir lo bueno o jugar con alguien a ‘colocado y ganador’.
Existía la remota posibilidad de que ese alguien moviera su mano para prender las cerillas de la caja. También de que al hacerlo el incendio provocado se fuera de las manos. Con la intuición del olor a chamusquina se preguntó: ¿cuántos millones de monos tendrían que teclear de manera simultánea para que al azar uno de ellos escribiese textualmente El Quijote? Esas eran sus opciones, escudriñadas al más puro estilo cinematográfico de garabatos ilegibles entre caladas dramáticas. Prácticamente nulas. No cabrían tantos monos en este mundo... El rubor facial, el ardor en la garganta, el presentimiento de que acabaría ocurriendo: el mono menos pensado encadenaría un día -sin tomar conciencia de ello- la secuencia correcta: infinita en su complejidad. Un mono discreto, de esos que nunca hicieran sospechar...
Escribió entre lágrimas, arañazos de tigresa en celo y contracciones uterinas. Entre toses espasmódicas, sumida en el quebranto. Hoja tras hoja, sin medida. Y al fin creyó entender. Entonces se durmió, por esa noche sin férula de descarga para aliviar el bruxismo. Sin apretar los dientes. Con la certeza incierta de que antes o después... se desataría el temporal de los cuatro vientos.
viernes, 21 de agosto de 2009
Duermevela: no soplar.
Por la pared desnuda trepa un lagarto grande. Lo más llamativo es que su vientre está hinchado y es azul. Un vientre azul pulsátil. Tumbada en el suelo boca arriba no tengo opción de alejarme. Sobre mí, el cuerpo de un hombre que apenas conozco: se balancea a intervalos rítmicos exactos. Pesa lo suficiente como para atraparme. La sensación de irrealidad es tal que me dejo llevar. Tampoco puedo ni intento escapar. Ese hombre se derrama y me abandona. Me deja allí, yaciendo inmóvil al alcance del lagarto. No sé cómo he llegado a esa casa de paredes encaladas, ventanas abiertas, arcos por dinteles. No sé qué me llevó a estar tumbada bajo su cuerpo. Él reposa, medita ahora bajo uno de los arcos, vestido de blanco, los ojos cerrados. Yo no existo, él no está ya en este mundo. El lagarto, que permanece quieto ante mis ojos respeta profundamente mi temor. Sabe que si avanza hacia mi posición provocará el caos. Pero insiste en que fije mi atención en su vientre. Es ésto lo que anhelas, me dice. Es ésto lo que temes, susurra mudo. Y no soy capaz de entender qué significa pero con sorprendente humildad, me resigno. Entonces, dejo de sentir miedo.
jueves, 20 de agosto de 2009
416673-018-416677
No es que no quiera decirte lo que siento
No es que no pueda, si te digo te miento
Parece que no pero sí
No te miré pero te ví
Ay, si pudieras ver lo que no demuestro!
Ay, si la vieras!
La procesión va por dentro...
¿Echarás de menos leerme? Como ves, sigo escribiéndote. Aunque ya no envíe a tu nombre y redireccione al mundo entero. Hoy sólo con la intención de agradecer un guiño, una señal: esa cruz en el corazón que promete que vendrás en primavera. Cuando en Albania sea invierno. Te dejo esta canción de Kevin Johansen para que entiendas.
miércoles, 19 de agosto de 2009
Entrando a quirófano.
martes, 18 de agosto de 2009
Brindo con un piscosawer
Hoy voy a empezar, hoy es el comienzo
del final del cocodrilo
astronauta soy en órbita lunar.
Y ahora todo es mejor, la lluvia de asteroides ya pasó,
no fue para tanto. Desde aquí
todo es insignificante, nada es tan preocupante
y el espacio es un lugar tan vacío sin ti.
Lady Blue sin control, sin dirección,
la luz se fue a donde voy.
No volverás a ver la mirada triste
de la chica que observaba el infinito.
Llamando a la estación, perdemos combustible
y la tripulación se quiere despedir desde aquí
Dejo esta grabación a falta de algo mejor
La soledad es un lugar tan vacío sin ti.
Lady Blue sin control, sin dirección,
la luz se fue a donde voy.
Desde hoy no temas nada, no hace falta ya.
Todo se fue con el huracán.
Nada queda de las vueltas que el tiempo nos dio.
Todo se fue con el huracán.
domingo, 16 de agosto de 2009
Por orden médica: si PCR no RCP
AHORA, SÓLO UN DIOS PODRÁ SALVARNOS.
HEIDEGGER
Hablas de huida. Es una palabra dura. Al fin y al cabo, yo no debía nada a nadie. Huida es una palabra demasiado dura.
[...]
Es posible que sea una palabra dura. Sin embargo, si ves todo lo ocurrido desde la lejanía, tienes que reconocer que es difícil encontrar una palabra menos dura, más suave.
[...]
Había una sola y única cosa que no me podía explicar: que hubieras pecado contra mí. Eso no lo comprendía. Te fuiste como un malversador, como un ladrón.
[...]
Las palabras justas, las palabras adecuadas para expresar los fenómenos de la vida, llegan después y hay que pagar un alto precio por ellas.
Sándor Márai, in memoriam.
Fase coco: rápido-lento, ancho-estrecho,¿vivo-muerto?
- Usted es... Jimmy, ¿verdad? ¿Esta es su casa? Soy el Sr. Lobo. Soluciono problemas.
- Me puede llamar Sr. Cordero. Creo problemas. Y me parece que lo dejé claro: me vine a casa a tener un ataque al corazón.
Sigo nadando entre la cirrosis y la sobredosis, sólo he cambiado el lugar donde dejarme caer. Anulada la distancia virtual que nos dibujaba como interlocutores válidos, te tengo al lado pero estás mucho más lejos. Ahora que camino de puntillas por miedo a equivocarme, por miedo a equivocar, deseo no irrumpir en tus sueños; no al menos como protagonista de tu última pesadilla. Dudo de lo que veo y aun más de lo que sé; será tu modo de mirarme, será que pese a todo tus ojos me sonríen.
Me resigno a este alejamiento voluntario de ti como la única solución posible. Pero me cuesta tanto que pierdo la cabeza si lo fracturas en mil pedazos poniendo tu mano en mi hombro y preguntándome qué tal va la vida. Un gesto inocente que aporta algo de luz a mi desconcierto, que ralentiza el tiempo, que acelera mi corazón.
Ahora todo está en tus manos. Pero has de saber que disfruto tu presencia aunque avive mi hemofilia sentimental: esa por la que tardan tanto en coagular las heridas de mi alma. Mientras sangro, te pregunto si saldremos algún día de la fase coco. Y, de paso, si lo que quiera que sea esto nuestro está vivo o muerto.
sábado, 15 de agosto de 2009
Camelancias circenses
Aún sin dormir. Estabas de guardia...
No sé qué me está ocurriendo: no giro debidamente a la siniestra, por la diestra se me nubla la visión y el sol ciega mis ojos hasta el llanto.
Soy el payaso con menos gracia del circo: confundo las palabras presa de la incoherencia, se arrebatan mis mejillas en el momento más inoportuno y asisto a las novedades de tu vida con una tarta estampada en la cara. Solo que no puedo relamerme porque esta tarta de dulce no tiene nada.
Soy el domador que entra en la jaula de las fieras con más gloria que pena: gozo impresionando con mi valentía. Y sin embargo, con el primer rugido me recuerdo que hubiese sido mejor ser el taquillero.
Soy el equilibrista que salta de cama en cama, de boca en boca, de alma en alma. Y cuando ya he perdido a qué agarrarme me entra el pánico por haber decidido, también en esta función, que podría epatar saltando sin red. Siento vértigo.
Soy la contorsionista contracturada. Soy el hombre bala marca ACME.
Soy el niño emocionado, fascinado con el circo. Pero me toca al lado ese otro niño cabrón: que no para quieto, que me saca de quicio, que me jode el espectáculo. Y entonces, aunque intento concentrarme en la pista, termino por obsesionarme con la idea de hacer mi número de mago: mandarle a limpiar la mierda de los elefantes.
Agotada llego a mi roulotte.
Me duermo pensando que, en un circo de besos, fantasía es teatro. Es ilusión.
viernes, 14 de agosto de 2009
Requilorios por doquier
No puedo dormir la siesta y esta noche trabajo. Ya sé cómo acaba la historia: aguantando decentemente hasta las tres. Recurriendo a altas dosis de cafeína de tres a seis. Perdiendo la dignidad de seis a ocho. Sólo porque puede que hoy estés de guardia.
Así que será mejor leer Telegramas:
INESPERADAMENTE EQUIVOCADO DE TREN EN LUGAR 7.21 TOMÉ 8.24 ESTOY EN SITIO RARO. HOMBRES SINIESTROS CUENTAN ESTAMPILLAS. LUGAR ALTAMENTE LÚGUBRE. NO CREO APRUEBEN TELEGRAMA. PROBABLEMENTE CAERÉ ENFERMO. TE DIJE QUE DEBÍA TRAER BOLSA AGUA CALIENTE. MUY DEPRIMIDO SIÉNTOME ESCALÓN ESPERAR TREN VUELTA. ARTURO.
ENCONTRÉ TÍA ESTHER LLORANDO, TORTUGA ENFERMA. RAÍZ VENENOSA, PARECE, O QUESO MALAS CONDICIONES. TORTUGAS ANIMALES DELICADOS. ALGO TONTOS, NO DISTINGUEN. UNA LÁSTIMA.
Historias de cronopios y de famas. Julio Cortázar.
miércoles, 12 de agosto de 2009
La chica de la lavandería es enfermera
Había cuatrocientos perros en la puerta de la comisaría y lo más complicado fue encontrar una salida fácil. Al fin nos vimos compañero...
No hubo lugar para el contacto físico: los dos besos que quería darte, el abrazo que al fin nos trajera de vuelta a la realidad no virtual. El resquicio para la intimidad se llenó entonces con una mirada cómplice enmarcada en una sonrisa radiante. No supe qué hacer, cómo comportarme. Así que lo natural fue ceder paso a la profesionalidad por la que nos pagan y a la que nos debemos; como si en estos meses no hubiera existido entre nosotros un huracán ambulante que se llevó por delante tanto como dejó.
Aprendí las normas al segundo día y entonces supe que no iba a ser tan fácil. Otra carambola imposible de la artista equilibrista: me debían un regalo, no sabía qué pedir y me fuiste regalado. ¿Por qué es todo tan difuso, tan obtuso, tan extraño? La magia protegida en su misterio, inabarcable e incomprensible, de lo semejante llamando tal vez a lo semejante.
Mientras el ordenador se empeñaba en recordarnos que habían pasado muchos meses sin tenerte cerca, empezamos a susurrar y aproveché para capturar las pecas de tu cara en mi cámara de fotos. Pautar dos veces la insulina, controlar la hiperglucemia para que lo dulce sea dulce en su justa medida. Aflojar, ver que sigue sangrando, volver a comprimir. Y no aflojar de nuevo.
Después, conduciendo hasta casa con Dylan acompañándome, dudé e hice repaso. Nueva receta para el cóctel “Chica de la lavandería”: mezclar incredulidad, control del entusiasmo y taquicardia feroz a partes iguales. Añadir unas gotas de ‘mentir con disciplina, precaución y sinceridad’. E voilà. Servir shaken, not stirred.
Voy a seguir soñándote y no por voluntad. Transformando mi desengaño en ilusión. Dejando vía libre para que la razón se apodere de mis sentimientos. Recordando que entre dudas y temores nace mi alegría. Cerrando mis ojos para verme cuando el corazón me dicte. Todo tiene sentido.
martes, 11 de agosto de 2009
Gracias Bunbury
Cai por la madrugá como me huele a sal, mi Cai
Y pa' nosotros dos tengo a mi Cai, con perdón.
Felicidades Enrique. Hoy fue un día muy especial.
lunes, 10 de agosto de 2009
De Perseidas y otras hierbas
Porque la misma confusión que sientes tú la siento yo.
Yo me limito a seguir la ley de mi corazón...
Prometí estar tranquila pero no sé cómo voy a conseguirlo.
Después de desplegar en mi cabeza el mapa de todos los sueños, decidí volver a plegarlo. Entonces ya te tenía cariño, no en vano aguantaste cuatrocientos grados a la deriva, mi amor.
Lo que ha ocurrido esta tarde no entraba en mis planes, no aparece en la leyenda del mapa. Quiere Dios algo y no sé bien qué. No sé qué me vino a decir aquella tarde cuando un escalofrío descargó en mi cuerpo haciéndolo convulsionar al contacto de tu mano. No lo esperaba. Tampoco por qué viniste a analgesiarme escribiendo por mí el evolutivo diario que sumó a mi jaqueca toda la excitación de tenerte entregado a mi dictado. Todo lo que aconteció desde entonces, incluyendo tu mano protectora tras canalizar aquella vía, y hasta cuando venciste tu timidez para decirme en persona que te marchabas por un tiempo.
El reencuentro debía haber sido otro. Inesperado, casual, sin opción para sonrojarme. Podías haber tenido guardia cualquier día... Y, sin embargo, hoy estabas al otro lado del teléfono: bendita y puta casualidad. Que entre más de ¿cien personas? seas tú. Que no te hayas marchado a las tres de la tarde. Que nadie respondiera la llamada en el número correcto. Que diera justo en ese momento el alta.
Preferiría recordar algo de la conversación mantenida pero sólo evoco frases sueltas que se suman a este sin sentido. Con nitidez persistente ese Chao, un beso.
Después de muchas noches mostrándome al desnudo ante tus ojos, mañana me verás vestida a la luz del día. Y, si es verdad que Dios nos tiene algo reservado, me mantendrá en el punto en que tu deseas que esté. No obstante, te adelanto que ha prometido regalarme el deseo que le pida por cuidar de sus lágrimas.
Por si te perdieras: te meto en el bolsillo del pijama un lexatín de 1,5 mg.
domingo, 9 de agosto de 2009
Café con leche y canela
Me ha dicho un pajarito que mañana vuelves. Transcurre esta tarde de domingo rara, entre tormentas acechantes y bochornos asfixiantes, entre besos imaginados y porros fumados, pensándote. No mucho, no seas creido. No poco, no seas tonto. Me dispongo a ver de nuevo Amelie. Queriendo saber cuántas patatas se pelan en el mundo cada día. Disfrutando del sabor de la canela en mi café, del olor a incienso en las paredes. Sin terminar de creer que en sólo veinte días vaya a estar en Lisboa. En treinta en Cádiz. Y te dedico las palabras que faltaban en la canción de Quique González: peor que el olvido fue frenar las ganas de verte otra vez, peor que el olvido fue volverte a ver...
Un paracetamol sin pautar: 05 a.m.
Entonces, arrastrados por esos sollozos, desfilan en mi seno toda una vida de espíritu solitario transcurrida en la clandestinidad, todas esas largas lecturas recluidas, todos esos inviernos de enfermedad, toda esa lluvia de noviembre sobre el bello rostro de Lisette, todas esas camelias de regreso del infierno, encalladas en el musgo del templo, todas esas tazas de té al calor de la amistad, todas esas palabras maravillosas en boca de la maestra, esas naturalezas muertas tan wabi, esas esencias eternas iluminando sus reflejos singulares, también esas lluvias de verano que irrumpen en la sorpresa del placer, copos que danzan la melopea del corazón y, en el marco del Japón antiguo, el rostro puro de Paloma. Y lloro, lloro sin poder contenerme, a lágrima viva de felicidad, lágrima cálida y hermosa, mientras a mi alrededor el mundo se sume en el abismo y no deja más sensación que la de la mirada del hombre en cuya compañía me siento alguien y que, cogiéndome con dulzura de la mano, me sonríe con una calidez infinita.
-Gracias- logro murmurar con un hilo de voz.
-Podemos ser amigos -dice-. E incluso todo lo que queramos.
Muriel Barbery, La elegancia del erizo.
sábado, 8 de agosto de 2009
Nichis: no masticar
He tenido que parar la película, 01:08:12. Camino. La sensación progresiva de rabia, la ceguera. El recuerdo. Se hace camino al andar. Para paliar los síntomas de este raro síndrome me automedico. Escribo atropelladamente.
Ese Dios que me habla lo hace disfrazado del Victor Velasco de Descalzos por el parque, alias Barba Azul, sólo para que me descojone. No es un Dios de misa diaria. Aunque no bendiga yo la mesa, se apunta a comer con frecuencia. Le debe gustar como cocino. Toca la guitarra para que le cante. Se permite darse una ducha a media tarde y secarse con mi albornoz. Se queda hasta la noche porque estamos de buen rollo. Le hace gracia que me den miedo los perros, escucha mi teoría de los agujeros negros, me cuenta sus andanzas sobre las aguas entre chupitos de tequila -brindando por nosotros- y el peta que se ha liado con admirable habilidad. Me lo pasa tras tres intensas caladas y viéndole fumar empiezo a tener ganas de todo. Sacia mi voraz apetito recalentando en el tostador un trozo de pizza del día anterior. Pone música y me anima a perseguirle bailando. Siempre uno de los dos tropieza y el otro sufre un ataque de risa de los que valen por cien abdominales. A veces nos quedamos con la mirada perdida, absortos por la absenta, y nos damos la mano. Sobran en ese momento las palabras. En el fondo yo no entiendo nada, pero confío en él. En las causalidades, en las poderosas razones que le han llevado a enamorarse de mi alma conociendo tan bien quién soy. Es frecuente que llegados al desvarío metafísico del soliloquio filantrópico, es decir al ‘madre mía, qué pedo llevamos’, decidamos llevarnos las copas y el cenicero hasta la cama. Me monta y se lo monta como Dios, aunque cueste ‘creerlo’. Cuando me despierto se ha ido, pero me deja como posavasos del café con leche una nota: me he ido al hospital, nos vemos en el cambio de turno. Trabajamos mano a mano en la misma UCI. Golpe a golpe precordial.
viernes, 7 de agosto de 2009
Midazolam & Fentanest
Coincidirán en una milésima de segundo el hombre del toque mágico, el gallo del corral, Bob Esponja indeciso, el oso panda compartiendo su ración de bambú con el Koala y Ultrahéroe disparando su rayo cósmico.
Entonces no tendremos tiempo para percatarnos, demasiada intensidad. Habrá que dedicarle un par de semanas, un viaje a Cádiz, haremos contrabando de amistad en Alcaraván; también eso es amor, aunque no incluya que te maten a empujones contra la pared. Cuando llegue a casa ese miércoles doce, tendré que rezar más de una oración en mi altarcito de Shin Chanes. Por escribir con el sombrero puesto, perdonen que no me lo quite –y disculpen que no me levante-, los labios pintados, dos anillos en mi mano izquierda, la mirada anhelante y humedades varias. Hoy muy cerca de los treinta y cinco grados, de los cuarenta gramos de avería y redención.
Pequeños detalles que marcan la diferencia. Diversiones que nos alejan de un mundo de dolor y sufrimiento, de agonía y muerte; no es la tele, es nuestra realidad cotidiana. Pasamos la vida moviendo el zueco, a ver quién se decide a sedarnos.
El porqué de mis silencios.
El vagabundo de Chaplin, con los desmadejados zapatos y la harapienta ropa; el tímido de LLoyd, con sus gafas de montura de concha; el atontado de Keaton, de sombrero chato y facciones inertes; el imbécil de Langdon, de piel blanca como la tiza. Todos son inadaptados sociales y, como esos personajes no pueden ni amenazarnos ni ser merecedores de envidia, les deseamos suerte para que triunfen sobre sus enemigos y conquisten el corazón de la chica. El único problema es que no saben qué hacer con la chica una vez que se quedan a solas con ella. Con Hector nunca nos asaltan esas dudas. Cuando guiña el ojo a la chica, lo más probable es que ella se lo guiñe a su vez. Y en ese momento está claro que ninguno de los dos está pensando en boda.
Paul Auster, El libro de las ilusiones.
jueves, 6 de agosto de 2009
Un no sé qué que queda...
Ordeno mis papeles: rompo algunos, guardo otros. Me revuelven las tripas, los menos, pero consiguen que mi corazón de musaraña se contraiga y se relaje -alternativa y constantemente- unas quinientas veces por minuto. Estoy bradicárdica, quién lo diría. No sabrías leer mi electrocardiograma.
Me pregunto si mereció la pena 'estar en torero', si todavía merece la pena; jugármela a ser sincera, ¿acaso este público lo agradece? Me equivoco de pregunta. No es el público el que determina la verdad con la que vivo, soy yo misma.
Resolvía crucigramas en un punto entre San Cosme y San Damián y no encontraste la oportunidad. Después vino la cornada por cargar la suerte, por citar de frente, por preferir lidiar al natural. Y escuché los aplausos desde la Enfermería. Goteaba mi sangre, formando un charco en el suelo visible desde la galería.
Se rompió José Tomás aquella tarde pero logró resurgir de sus cenizas. Me rompí en aquel avión, ni siquiera sé por qué lloraba. Se rompieron cuatro años que encerraban esperanzas hasta entonces desconocidas. Se rompió la fascinación por enseñarle a una carcoma cómo se disfruta sin amor. Se rompió todo, me rompió por dentro. Tanto roto sobrevolándome en círculos desdibujados sin lograr aniquilar mi esperanza. Desde aquí la eternidad es un instante. Aplicable a lo pasado, difícilmente a lo futuro.
Siempre 'en torero'. No sé estar de otra manera. No puedo ser quien no soy.
martes, 4 de agosto de 2009
Suzanne & Leonard
Te escribo desde donde ya nadie sabe si salgo o entro; al fin hoy. Hipnotizado por la visión casi real de tu jersey de ochos, destejiendo la labor de siete años de silencio. El momento en que decidí desterrarlo, lejos de ti al fin, en su particular San Quintín. Te llevé conmigo al Hotel Domine. Necesitaba verte gozar entre caladas y galopes tanto como respirarte, llorar, confesarme. Hi sweety. Con la certeza de que estabas embarazada mientras esperabas despegar, entre sudores febriles y lágrimas calientes. Sorry my love.
La vida desde entonces: el acantilado rugiendo a las olas, no todo está perdido. No invento, no callo. No miento cuando escribo. I need you. Para que ciento cincuenta días en Darmstadt no sigan sumando.
Esnifar los rayos del sol y descongelar el cerebro.
Y sentir que no estamos muertos.
Era el momento exacto en que la noche se separa del día, el mundo inferior del mundo superior. Es un instante misterioso: los antiguos paganos lo celebraban en medio de los bosques, con devoción, con los brazos alzados, con el rostro vuelto hacia Oriente, en una espera mágica, la misma que renace una y otra vez en el corazón de los humanos, atados a la materia, que anhelan el momento de la llegada de la luz, o sea, de la razón y el conocimiento.
También existen instantes en que no es de noche ni de día en los corazones humanos, instantes en que los animales salvajes salen de su escondite, de las madrigueras del alma, y en que tiembla en nuestro corazón y se transforma en movimiento de nuestra mano, una pasión que hemos tratado de domesticar durante años, durante muchísimos años...
Sabía que no podía moverme, porque mi destino en aquel momento ya no dependía de lo que yo decidiera; algo había madurado, algo tenía que ocurrir según el orden y la manera que correspondiesen. Sí, las palabras vuelven. Todo vuelve, las cosas y las palabras avanzan en círculo, a veces atraviesan el mundo entero, siempre en círculo, y luego se vuelven a encontrar, se tocan y cierran algo.
Comprendí también otro detalle, aunque de una manera un tanto confusa: las cosas empezaron a hablarme aquel día, ocurrió algo, la vida se dirigió a mí. Así que me dije que convenía prestar atención. Ya que el lenguaje simbólico y peculiar de la vida nos habla de mil maneras distintas en días así, y todo sucede para llamar nuestra atención, cada señal y cada imagen, lo único que falta es comprenderlas. Las cosas maduran y responden de repente. Esto pensé. En aquel momento pensé y comprendí o creí comprender muchas cosas. Comprendí y pensé lo que había ocurrido aquel día: que mi vida se había partido en dos, como un paisaje fracturado por un terremoto. A un lado había quedado la infancia, la juventud, tú, con todo lo que la vida pasada significaba, y al otro lado empezaba el espacio poco definido, poco abarcable, que me tocaría recorrer el resto de mi vida. Y las dos partes de mi vida ya no estaban unidas. ¿Qué había ocurrido? No sabía qué responder.
S. Marai, El último encuentro.
domingo, 2 de agosto de 2009
Navegando enrededor: Benedetti.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero puede ocurrir que de pronto uno advierta
que en realidad se trata de algo más desolado
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.
Voy a cerrar los ojos en voz baja
voy a meterme a tientas en el sueño.
Mi pesadilla es siempre el optimismo:
me duermo débil, sueño que soy fuerte,
pero el futuro aguarda. Es un abismo.
No me lo digan cuando me despierte.
No todos son así, no todos ceden.
Tendré que repetírmelo a escondidas
y barajar de nuevo el almanaque.
Mi corazón acobardado sigue
inventando valor, abriendo créditos,
tirando cabos sólo a la siniestra,
aprendiendo a aprender, pobre aleluya,
y quién sabe, quién sabe si entre tanta
mentira incandescente, no queda algo
de verdad a la sombra. Y no es metáfora.
Síndrome de Tako-Tsubo
Ojalá vibrara al verte cada entrante
y me hicieras sudar cada saliente.
Ojalá corrieras por mi vía accesoria
y te diese la contraseña para hacerlo.
Ojalá auscultases esta eterna taquicardia
y tus labios fueran el mejor tratamiento.
Ojalá comprendieses.
Ojalá hubiera permanecido callada el pasado febrero.
Ojalá perdonaras mi impaciencia.
Ojalá no quedara lugar para tus dudas.
Ojalá tu fueras mi cardiólogo
y yo fuera tu enfermera.
Ojalá algún día...
Decidas reanimarme.
sábado, 1 de agosto de 2009
Entre citas de Borges...
Queda del anillo el aro de oro blanco; se perdió el diamante que una vez anidó en su engaste. A buen recaudo puse el resto, no por miedo a un hurto improbable, mas sí por tenerlo guardado de mi propia mirada y de lo que, aun tras tanto vivido y pasado, seguía significando ante mis ojos. Llegó con mis treinta inviernos, pues nací en marzo, y se quedó a mi lado en las siguientes primaveras. No representó más que la mensualidad aplazada hasta entonces, en beneficio de alguna otra, en forma de salvavidas. Y en cierto modo, permaneció por sí mismo tras el naufragio. Del diamante recuerdo más bien poco. Una piedra preciosa que ahora ya no puedo contemplar...
Apelo a mi memoria, siempre selectiva y ya más que trabajada, para recomponer su imagen en mi mente. Buscando los distintos ángulos, tratando de no olvidar ninguno –si es que alguna vez tuve a bien detener en tantos puntos mi mirada- con la finalidad de conformar una imagen más precisa y detallada. Y tengo por cierto que de esa adición de intangibles, de recuerdos, resultará algo parecido a la verdad.
Si preguntaran por qué, no sabría contestar. No es el aro blanco el que reclama respuestas. Es el diamante ausente.