lunes, 10 de agosto de 2009

De Perseidas y otras hierbas



Porque la misma confusión que sientes tú la siento yo.
Yo me limito a seguir la ley de mi corazón...

Prometí estar tranquila pero no sé cómo voy a conseguirlo.
Después de desplegar en mi cabeza el mapa de todos los sueños, decidí volver a plegarlo. Entonces ya te tenía cariño, no en vano aguantaste cuatrocientos grados a la deriva, mi amor.
Lo que ha ocurrido esta tarde no entraba en mis planes, no aparece en la leyenda del mapa. Quiere Dios algo y no sé bien qué. No sé qué me vino a decir aquella tarde cuando un escalofrío descargó en mi cuerpo haciéndolo convulsionar al contacto de tu mano. No lo esperaba. Tampoco por qué viniste a analgesiarme escribiendo por mí el evolutivo diario que sumó a mi jaqueca toda la excitación de tenerte entregado a mi dictado. Todo lo que aconteció desde entonces, incluyendo tu mano protectora tras canalizar aquella vía, y hasta cuando venciste tu timidez para decirme en persona que te marchabas por un tiempo.
El reencuentro debía haber sido otro. Inesperado, casual, sin opción para sonrojarme. Podías haber tenido guardia cualquier día... Y, sin embargo, hoy estabas al otro lado del teléfono: bendita y puta casualidad. Que entre más de ¿cien personas? seas tú. Que no te hayas marchado a las tres de la tarde. Que nadie respondiera la llamada en el número correcto. Que diera justo en ese momento el alta.
Preferiría recordar algo de la conversación mantenida pero sólo evoco frases sueltas que se suman a este sin sentido. Con nitidez persistente ese Chao, un beso.
Después de muchas noches mostrándome al desnudo ante tus ojos, mañana me verás vestida a la luz del día. Y, si es verdad que Dios nos tiene algo reservado, me mantendrá en el punto en que tu deseas que esté. No obstante, te adelanto que ha prometido regalarme el deseo que le pida por cuidar de sus lágrimas.
Por si te perdieras: te meto en el bolsillo del pijama un lexatín de 1,5 mg.

1 comentario:

  1. Me gustaría haber sido yo quien cogiera ese teléfono Nancy; esta noche dormiría escuchando tu corazón sin fonendo. ¿Para qué entonces lexatín? Bs. Me encanta leerte desnuda.

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