viernes, 7 de agosto de 2009

El porqué de mis silencios.



El vagabundo de Chaplin, con los desmadejados zapatos y la harapienta ropa; el tímido de LLoyd, con sus gafas de montura de concha; el atontado de Keaton, de sombrero chato y facciones inertes; el imbécil de Langdon, de piel blanca como la tiza. Todos son inadaptados sociales y, como esos personajes no pueden ni amenazarnos ni ser merecedores de envidia, les deseamos suerte para que triunfen sobre sus enemigos y conquisten el corazón de la chica. El único problema es que no saben qué hacer con la chica una vez que se quedan a solas con ella. Con Hector nunca nos asaltan esas dudas. Cuando guiña el ojo a la chica, lo más probable es que ella se lo guiñe a su vez. Y en ese momento está claro que ninguno de los dos está pensando en boda.

Paul Auster, El libro de las ilusiones.

2 comentarios:

  1. Querida Nancy,

    A mí siempre me gustaron los inadaptados, mucho más que los aburridos adaptados. Quizás por su no-intencionada pero valiente revolución, o por el bofetón a nuestros hipócritas principios morales de adaptados.

    Pero me encantaría ser como Hector y saber siempre qué hacer con la chica.

    Le dejó aquí mi descubrimiento del día. Darling, I'll always loved you just as you are.

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  2. Querida Mrs. O'Hara,

    A mi también me encantaría ser como Héctor, más aún, me encantaría ser la chica que le devuelve el guiño y saber que él me amará siempre tal como soy. Con mi desdén por la diplomacia, con mis locuras silenciosas.

    Pero eso es tan complicado... que solo cabe en un libro: el de las ilusiones.

    Besos darling, sigamos soñando.

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